Las grandes transformaciones revolucionarias de izquierda en América Latina durante el siglo XX, partiendo de la mexicana de 1910, se desarrollaron o por la vía armada o por la democrática.  La Revolución mexicana fue una síntesis de esas dos vías, ya que la culminación cardenista (expropiación petrolera y creación del Partido de la Revolución Mexicana en 1938 por el general Lázaro Cárdenas) resumió el impulso armado y generó un nuevo ímpetu democrático y nacional-popular o populista (en el sentido de incorporación de las masas a la vida políticamente consciente de la nación como su base política fundamental), terminando por cristalizar el nacionalismo revolucionario como matriz vertebradora del Estado nacional mexicano contemporáneo.

Esta fue la gran plataforma desde cuya potencia y consistencia ideológica le fue posible al régimen nacional-revolucionario mexicano tener interlocución directa y respetada con todos los grandes procesos de liberación nacional, desde el régimen emanado de la revolución cubana hasta el sandinismo, pasando desde luego por el bloque soviético, como fue el caso de Yugoslavia.  La vía armada, en todo caso, encontró su eslabón de continuidad en la revolución cubana de 1959 (no olvidar el hecho de que el general Lázaro Cárdenas apoyó de manera decidida e inequívoca a Castro); la vía democrática lo hizo en el proceso de Unidad Popular de Salvador Allende, que intentó llevar adelante un esquema de vía chilena al socialismo que fue segado por el golpe de Estado de Augusto Pinochet un 11 de septiembre de hace exactamente 50 años.

La Unidad Popular chilena se formó en 1969, nucleando a los partidos Radical, Socialista, Comunista, de Izquierda Radical, el Movimiento de Acción Popular Unitario y la Acción Popular Independiente, y articulados programáticamente para presentarse a las elecciones de 1970.

El 4 de septiembre de ese año se alcanzó el triunfo, dando inicio, en efecto, al emblemático gobierno de Unidad Popular que encabezara el no menos emblemático y entrañable presidente Salvador Allende, de militancia socialista de toda la vida y portador de una larga trayectoria política, habiendo sido senador de la república en cinco ocasiones, además de diputado en una y ministro de Salubridad, Previsión y Asistencia Social de Chile de 1939 a 1942 en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda del liberal y socialdemócrata Partido Radical.

La postura estratégica de la Unidad Popular, efectivamente, era la de ofrecer una ruta alterna al modelo armado de la revolución cubana, presentando una alternativa democrática, cívica, pacífica y popular para el logro de sus objetivos históricos que, de alguna manera, se encuadraban geopolíticamente en una misma ecuación estatal como la del cardenismo mexicano, ni más ni menos, y que terminaría siendo conceptuada como la vía chilena al socialismo pero con directrices estratégicas similares: nacionalización de áreas clave de la economía, nacionalización de la gran minería del cobre, aceleración de la reforma agraria, congelamiento de los precios de las mercancías, aumento de los salarios y modificaciones constitucionales de entidad como la de la creación de una cámara única.

La de los 70 del siglo pasado fue una década aciaga, intensa ideológicamente y muy convulsa políticamente. En sus inicios, la guerra de Vietnam estaba en su último tramo de definición (concluiría en 1975), las revueltas juveniles del 68 habían sacudido generacionalmente al mundo occidental y en 1971 había tenido lugar la matanza estudiantil del Jueves de Corpus como punto de afirmación y endurecimiento del gobierno de un Luis Echeverría que recién inauguraba su gobierno luego de las responsabilidades a él atribuidas en relación a la represión estudiantil del 2 de octubre en Tlatelolco tres años antes.

Además de todo esto, en febrero de 1972 había tenido lugar el histórico encuentro de Richard Nixon y Mao Tse Tung en Pekín planeado y operado por Henry Kissinger como punto de inflexión a partir del cual se precipitaría el ulterior declive geopolítico y la eventual caída de la Unión Soviética, acompañados de la emergencia y consolidación gradual de China como imperio emergente de nuestra generación.

En ese encuadre geopolítico tuvo lugar el despliegue de una estrategia internacional de oposición al gobierno de Salvador Allende para boicotear y eventualmente derrocar a su gobierno.   Primero mediante la resistencia legislativa, luego el boicot y el paro económicos, y, finalmente, luego del fracaso de estos dos intentos, el golpe de Estado militar un aciago 11 de septiembre de 1973, poniendo fin a un proceso que contó desde sus inicios con un amplio respaldo social y popular así como también, y en correspondencia, con una sólida legitimidad democrática, instalando una dictadura que habría de durar hasta el fin de la década de los 80.

Este septiembre de 2023 recordamos todos los mexicanos ese momento tan difícil para el pueblo chileno, que fue también un punto de inflexión para nosotros toda vez que, a partir de ahí, se habría de establecer una profunda y conmovedora historia compartida de solidaridad entre nuestros pueblos al activarse una diáspora de hermanos chilenos que fueron recibidos y acogidos en nuestro país gracias al Embajador de México en el país del cono sur, Gonzalo Martínez Corbalá, quien dio continuidad a una honrosísima política de asilo que tuvo siempre México, dentro de la que destacó de manera entrañable el recibimiento del exilio español republicano luego de su derrota contra la derecha de Franco en España en la década de los 40.

Y tal como dijera Carlos Fuentes, en el sentido de que el México del siglo XX no se entiende sin las aportaciones de los exiliados españoles de aquellas décadas, el México del XXI tampoco se entiende sin las aportaciones del exilio chileno, que particularmente llegan en el momento en que nace mi generación.

Estimado lector, lectora, lo invito a seguir las redes sociales del Espacio Cultural San Lázaro y a estar pendiente del programa tan completo que hemos organizado para reflexionar sobre ese hecho atroz con el que perdimos la oportunidad de atestiguar la evolución del único régimen socialista electo democráticamente en la historia.

La autora es Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.