Un buen amigo me preguntó si podía jactarme de conocerlo bien; sin titubear le dije que sí, que si no supiera realmente quién era él, entonces nuestra amistad estaría en duda; continuó preguntándome: Y ¿cuánto te bastó para saber quién era yo? Bueno, le dije, el día que nos conocimos si más no recuerdo, fuiste tú quien se acercó a mí para preguntarme si me pasaba algo, por lo que me sorprendiste con tu pregunta, pues en ese momento, yo me encontraba sumido en mis pensamientos, tratando inútilmente de estudiar un tema, por lo que me era imposible el concentrarme, porque mi mente estaba en otro lugar.

Tú eras hasta ese momento un extraño para mí, pero un extraño que apareció en mi vida, en un momento en el cuál necesitaba tanto de alguien para poder soltar toda la presión que oprimía mi pecho, todo esto, debido a un grave problema familiar; y después de presenciar cómo escapaban un par de lágrimas de mis ojos, me dijiste que regresarías en seguida y así fue, llegaste a los pocos minutos con un par de tazas de café en las manos; te acerqué una silla y me escuchaste pacientemente; desde ese momento te consideré un buen amigo y eso me bastó para conocerte, y ya ves, han pasado casi treinta años y seguimos siendo los mejores amigos, pero ¿por qué la pregunta?. Bueno yo pensé que mi forma de ser era tan transparente que a nadie se le podría dificultar conocerme, tal y como a ti sólo te bastó un momento para hacerlo, y mira lo que son las cosas, mi mujer con la que tengo veinte años de casado, dice no conocerme. ¿Y eso? yo sé que llevan un buen matrimonio, jamás se ha evidenciado algún problema conyugal en tu vida.

Así es, realmente no considero tener problemas suficientemente fuertes que hagan peligrar nuestra relación, pero no deja de dolerme el que ella diga que no me conoce. Bueno seguramente esto se da durante algunas diferencias de opinión. Así es, son cosas sin importancia, pero siento que eso es sólo el detonante de una situación de mayor importancia que ella se ha guardado por años; tal vez esperaba mucho de mí y la he defraudado, yo sé que no soy perfecto, tengo errores como cualquier hombre, pero estos no suelen ser tan graves como para poner en duda lo que siempre he sentido por ella, y es precisamente ahí donde está el asunto, dice no saber que siento por ella, que lo nuestro es sólo costumbre, que si no fuera por nuestros hijos yo ya me hubiera ido, bueno, también me atribuye el ser un tanto atenido y asegura que vivo en un estado de confort, que no da para velar por su felicidad.

Amigo, yo que te conozco y te puedo asegurar, que eres una buena persona y a nadie mejor que a mí le consta lo mucho que la amas, no te aferres en pesar que la has decepcionado, tal vez, todo se debe a la edad por la que atraviesan, ya que ocurre una serie de cambios, tanto físicos, como mentales, incluso hormonales, y les resulta difícil ajustarse a ellos y eso es lo que genera disgustos. Entonces, ¿crees que ella sigue amándome?

Desde luego, tal vez ahora ella requiera de un trato más sutil para poder asimilar sus necesidades; las mujeres pasan por situaciones más delicadas que los hombres cuando ocurren los cambios con motivos de la edad. Porque eres mi amigo, doy fe de que me dices la verdad, trataré de ser más cuidadoso para no herir susceptibilidades, incluso, por amor a ella renunciaré a cualquier argumento que pueda evidenciar mi inocencia en este hecho cronológico.

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