En una ocasión me preguntaron: ¿De qué color te pinta la vida? Y respondí de una manera metafórica: Del color de la emoción que experimenta mi estado de ánimo, en el momento en el que me lo pregunten; pero, teniendo la capacidad de cambiar de color como muchos, no suelo utilizar este atributo de nuestra especie, porque cada vez que cambio de color, experimento una transición que no me favorece; tal vez esto se deba, a que como todo ser humano, estoy acostumbrado a tener el color con el que a las personas les guste verme, porque esto puede reflejar una sensación de estabilidad y de armonía, que por cierto, lo identifican con un estado de neutralidad que no riñe con nadie, pero que suele despersonalizar al ser, que termina por sentirse como un objeto, cuya maleabilidad les permite adaptarse a cualquier circunstancia para no causar incomodidad en el entorno.
Si en verdad quieren saber quién soy, y no les basta la evidencia que voy dejando a mi paso, les pregunto: ¿Acaso el color puede mostrar la verdad que buscan encontrar sobre mi identidad? Conozcan mejor mis emociones y a través de ellas, se evidenciará mi sentimiento, que yo en realidad no quisiera cambiar sólo para complacer a quienes les gustaría ver a alguien que no soy.
Yo soy como todos y no encuentro diferencias, sólo veo y siento la necesidad que muchos tienen de identificar en otro, lo que quisieran ver en sí mismos, y si a eso lo identifican como perfección, yo les aseguro que han perdido el camino, porque a las personas no se les debe identificar por lo que en un momento determinado expresan, sino por lo que han sido siempre, y muestra su verdadera naturaleza: La espiritual.

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