Mi niña me habló temprano, después de tres semanas de no verla, me habló para recordarme que era su cumpleaños. María me habló llorando, imaginé que estaba emocionada, pero su llanto no era de alegría.
María me dijo que nos extrañaba tanto y que quería vernos en su festejo tan esperado, casi podía ver sus lágrimas resbalando por sus mejillas y entre sollozo y sollozo, un nudo en la garganta se me fue formando, como preludio de mi llanto.
María seguía hablando, y yo permanecía callado, escuchando; les aseguro que quería estar calmado, para poder decirle que la amaba tanto y que también la extrañaba, como seguramente la extrañaba su abuela que no disimula el quebranto cuando escucha la voz de la niña.
Dime algo abuelo ¿Acaso no me estás escuchando? Y yo, aún con la voz quebrada le dije: Te escucho mi niña, pero es que estoy tan emocionado, escuchándote y pensando en cómo extraño tus tremendas travesuras, las que me hacen aparentar tener mal genio y las que me hacen reír por tus locas ocurrencias.
Mi niña me habló temprano, cuando estando sentado en la sala, pensaba en todos mis nietos, en sus virtudes, en su tremenda energía; pensando en cómo pesan los años, en cómo se puede envejecer tanto, en tan sólo veintiún días.
María de mis tormentos, mi nieta que ha luchado tanto por ser mi consentida, que igual aguanta una nalgada que un regaño, pero que no puede ocultar el amor que siente por sus abuelos y se deshace en sonrisas. María aunque no estés aquí, quiero que sepas que te he sentido a mi lado todos estos días, y que espero con ansia el momento de poderte abrazar y besar como tú lo hacías conmigo. Feliz cumpleaños María, esta separación involuntaria pasará y vendrán muchos y mejores días.
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