María, es mi nieta número seis, ella es muy especial, desde muy pequeña habló conmigo y me dijo: Abuelo, quiero ser tu nieta consentida; me sorprendió su propuesta porque apenas tenía 3 años de edad, pero más me sorprendió cuando le pedí me definiera el significado de consentida, y con mucha seguridad me dijo: Mira, una nieta consentida está un poquito delante de los demás nietos, tanto que me tendrías que tomar en cuenta a mí primero para todo, si vas a jugar con alguno de mis primitos, invítame a mí primero; si vas a salir de compras, llévame contigo antes de llevarte a los demás; enséñame a mi primero a manejar, y así, yo quiero estar en primer lugar. Después de escucharla le advertí que ser mi consentida era un puesto de mucha responsabilidad, porque tendría que mantenerme siempre contento; ella de inmediato contestó que ese no era un problema. Le pedí hiciéramos un trato: Tú estarás muy pendiente de todo lo que yo haga y buscarás la forma de hacerme feliz: La niña contestó con mucho aplomo: No hay problema. Desde aquel momento, María está muy al pendiente de todo cuanto yo hago, por ejemplo: al llegar del trabajo ella siempre sale a recibirme corriendo, llevando los brazos abiertos, me obsequia su mejor sonrisa, se me cuelga del cuello hasta llegar a mi cara y besa mis mejillas, después corre a la mesa y se sienta en la silla que se supone está asignada para mí; le pido deje libre el lugar, pero no se retira hasta que la tome en mis brazos, le doy un par de besos y la deposito suavemente en uno de los sillones de la sala, sólo así me deja comer; pero desde el sillón está muy pendiente de mí, tanto, que sabe a la perfección que al terminar me desplazo al baño a lavarme las manos y cepillarme los dientes, pero ella acostumbra a retarme para ver quien llega primero y se adelanta, sube las escaleras a toda prisa, tomaba su cepillo y la pasta y no me permite realizar lo que me propongo, hasta que ella termina, e inmediatamente después, baja las escaleras corriendo para dirigirse a mi estudio y sentarse en el sillón de mi preferencia, se aferra a los soportes de los brazos y no se suelta hasta que recibe una buena dotación de cosquillas, procuro sacarla del estudio, porque acostumbra estarme picando las costillas para sacarme de concentración y termino por cerrar la puerta, pero se las ingenia para buscar una llave y abre la puerta a su antojo, aunque esta rutina me resulta agotadora y me retrasa, al grado de pedirle de favor a María que me permita hacer mis tareas; hasta entonces se pone sería y se para frente a mí, al principio pensé que me estaba retando, pero me sacó de mi error al decirme: Abuelo, no quiero molestarte, sólo pretendo mantenerte un poco distraído de tu trabajo para que descanses; lo que hago es parte de la responsabilidad de toda nieta consentida. Por eso y más, bauticé a mi nieta como: María de todos mis dulces tormentos.

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