El mes de marzo se ha convertido en muchos países ocasión de conmemorar la lucha de las mujeres y de celebrar logros. El 8 de marzo es la fecha que internacionalmente, desde inicios del siglo XX, sirve para reivindicar la búsqueda por la igualdad efectiva de derechos entre hombres y mujeres. En mis entregas anteriores he honrado la celebración del 70 aniversario del voto femenino en México el 17 de octubre de 2023; la conformación del Grupo Plural de Igualdad Sustantiva de la Cámara de Diputados; la llegada de la primera legisladora federal,  Aurora Jiménez, y en cuyo honor el auditorio principal de San Lázaro lleva su nombre y a Elvia Carrillo Puerto, reconocida sufragista y hermana de Felipe, revolucionario socialista que fue Gobernador de Yucatán de 1922 a 1924, ejecutado tras el golpe delahuertista.

De todo ello puede decirse que existe un común denominador: el heroísmo, la lucha de las mujeres por un bien mayor a todas y para todas. En esta ocasión elijo hablar de Malintzin, por dos motivos: la fascinación que siempre ha sentido la humanidad, en todas las épocas, incluso desde la infancia, por las figuras míticas y segundo, por ser una mujer que trascendió su época y porque forma parte fundamental de nuestra historia.

Malintzin, también conocida como Malinalli, Doña Marina o la Malinche nació en el territorio del actual estado de Veracruz hacia 1500, cerca de la antigua capital olmeca situada entonces al sureste del Imperio azteca. En 1519, fue una de las mujeres esclavas dadas como tributo a los españoles por los indígenas de Tabasco, tras la batalla de Centla. En la conquista de México, como intérprete, consejera e intermediaria de Hernán Cortés, tuvo gran relevancia. Con el paso de los años y la intención de generar una nación con sentido de pertenencia e identidad propia, la Malinche fue convertida en el estereotipo de la traición, pero intentemos regresar con la imaginación en el tiempo y ver a Malintzin en su época y momento histórico.

Nació en la clase alta de la sociedad mexica. De acuerdo con Bernal Díaz del Castillo, los padres de Malinalli eran señores y caciques de un pueblo llamado Copainalá. Debido a la muerte de su padre y posterior casamiento de su madre con otro hombre, acabó vendida a un grupo de traficantes de esclavos proveniente de Xicalango, una importante región comercial al sureste de México. Tras una guerra entre los mayas de Potonchán y los mexicas de la zona de Xicalango, Malinalli fue cedida como tributo a Tabascoob, cacique maya de Tabasco. Como era muy joven e inteligente, pronto llegó a hablar con fluidez la lengua maya de sus nuevos amos, además de su idioma materno, el náhuatl.

Tras bautizarla con el nombre de Marina, Cortés la entregó a Portocarrero, uno de los capitanes más reconocidos de la expedición. Sin embargo, poco después de que Portocarrero regresara a España como emisario del Conquistador ante Carlos V, Cortés la toma por su valor como intérprete entre el maya y náhuatl. Como complemento, tenía a Jerónimo de Aguilar para la traducción maya-español. Así, con el uso de tres lenguas y dos intérpretes, se llevaron a cabo los primeros contactos entre españoles y mexicas, hasta que Malinalli aprendió castellano y asesoró a los españoles sobre las costumbres sociales y militares de los nativos y realizó tareas de inteligencia y diplomacia.  Fue en esa época en que, según relata Yásnaya Elena Gil en “Tres veces tres. En clave Malintzin: Nueve aproximaciones a su figura”, editado por la UNAM en 2023, “la importancia que Malinalli fue adquiriendo ante los ojos de la población y de los gobernantes nativos se refleja en el hecho de que a su nombre agregó un morfema honorífico que denota aprecio y respeto, de este modo su nombre quedó como Malintzin”.

Continúa Yásnaya, “Por contraste, Malinche es una distorsión castellana de la que después se deriva el término ‘malinchismo’ que se utiliza para denotar a personas y actitudes que desprecian lo propio… desde el náhuatl, Malintzin es una mujer que porta el honorífico en su nombre, desde el castellano, Malinche es la traidora… Dentro de las comunidades indígenas… las diferentes danzas de conquista en también distintos pueblos indígenas han pasado de generación en generación y se han reconfigurado a través de los años hasta llegar a nuestros días; en estas danzas… la figura de Malintzin es tratada con respeto, es apreciada, querida y valorada. Para interpretar el papel de Malintzin dentro de la famosa Danza de la Pluma en Teotitlán del Valle, Oaxaca, es necesario inscribir a las niñas, apenas nacen, en una larga lista de espera, de modo que al cumplir cierta edad les pueda tocar el turno de interpretar el papel de Malintzin, lo que se considera un honor.”

Tras la caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521 y del nacimiento de su hijo Martín en 1522, Malintzin se quedó en una casa muy cerca de la capital mexica. Posteriormente, siempre protegida por Cortés, se casaría con Juan de Jaramillo de quien se sabe que tendría otra hija, María. Algunos historiadores estiman que murió alrededor de 1529, contagiada durante una epidemia de viruela. Sin embargo, también hay quienes consideran que vivió hasta 1551, en todo caso y como bien apunta Yásnaya, culparla por el devenir de los pueblos indígenas es totalmente desproporcionado, pues su vida no le alcanzó para ver las consecuencias de la conquista española.

Regalada como esclava, cedida como un objeto, poseedora de inteligencia y audacia ¿Qué podría haber hecho Malintzin? Sobrevivir.  Usar su talento en un mundo que nacía más allá de ella. Algunos la consideran traidora, otros la víctima por excelencia. Yo prefiero verla en su momento y admirar sus virtudes: mujer con un inexorable destino pero a la vez protagonista histórica, dueña de decisiones fundamentales y madre simbólica de la nueva cultura mestiza que surgió como resultado del encuentro de dos mundos, que habrían de fusionarse en la gran Nación que hoy conformamos todas y todos los mexicanos.

* Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.