Estando en los días patrios, se acercó a mí, mi nieto más pequeño, Diego es su nombre, como el hermano indígena que fue elegido por nuestra Virgen María, para hacer de nuestro país su residencia, y velar siempre por nuestra supervivencia; curiosamente a los 8 meses, mi amado nieto, que recientemente ha iniciado a hablar, me vio directamente a los ojos para hablar a mi corazón y lleno de emoción, recibí su mensaje venido del meritito Padre y Señor de todo cuanto existe y ha existido en el universo, y sin más esfuerzo, me pidió les transmitiera lo que empieza a sentirse en todo conciudadano consiente y a los que siguen despertando; y siendo yo mexicano y hombre de fe, que ama a su hermano, la verdad no me pude negar y he aquí lo que me ha llegado, esperando no se malinterprete su contenido, al fin todos somos humanos y nos podemos equivocar.
Entre mi voluntad y mis fuerzas, existe un honorable acuerdo, y tienen como testigo la irrenunciable dignidad, mientras mi voluntad siga intacta, mis fuerzas no me abandonarán, y mi dignidad mantendrá en alto mi cara, para ver de frente lo que el destino me podría deparar; más, cuando la carga pese demasiado, y vean en mi semblante la apariencia de querer claudicar, dense ¡oh¡ pregoneros de la desesperanza y la maldad, la oportunidad de pensar, que tal vez, lo que parezca debilidad, sólo sea un breve descanso para remontar el vuelo, porque aquellos que pusieron obstáculos en mi camino, para ir al encuentro de la felicidad, no se percataron en el hecho de que iban fortaleciendo mi carácter combativo, despertando de la divina paz a mi ancestral espíritu guerrero, para salir al encuentro del enemigo, que quiera arrebatarme la patria y la libertad.
Que pise con sus plantas el suelo sagrado de mi patria, aquél que venga como amigo, y bienvenido será como siempre ha sido, más, no el que enmascare su ideario clandestino, que quiere profanar con su veneno la paz interior de todo mexicano, que aquí en nuestra tierra, ya se pagó el tributo a los que nos trataron de esclavizar, regando igualmente la sangre de los héroes que nos dieron patria y libertad, y la del invasor, que al ver que se luchaba con amor por lo más querido, terminaron por hermanarse, y así no hubo ni vencedores ni vencidos.
Que lo sepa el mundo entero, en México no necesitamos que nadie venga a salvarnos de la adversidad, porque nuestro peor enemigo es la semilla que se ha sembrado y se siembra desde el interior, y que trata de que el fuego se inicie entre hermanos que somos, para que una vez que encuentren la patria vacía, la pueda el verdadero enemigo ocupar.
Despertemos pues, que como bien se ha dicho y la historia lo acredita, los extremos siempre son desiguales, y al final, nadie es dueño de la verdad, no dejemos que el rumbo de nuestra patria lo tracen los resentidos, que ven a sus hermanos como enemigos, y aprovechan la necesidad de los más desvalidos para que sean carne de cañón, bien se sabe, que aquello que con diálogo no se puede arreglar, podría terminar en un fracaso total.
Quepa la cordura entre los que creen tener todo el poder, que nuestro país ya no podría reconstruirse con una desgracia de tal envergadura y aún enfrentamos tiempos difíciles, que requieren de la unidad, respetando todos los matices.
Y para los que dieron un grito de independencia diferente al tradicional, no respetando la memoria de los que entregaron su vida para poder contar hoy nuestra historia, con respeto les digo, que si algo se tendría que agregar a la proclama de patria y libertad, sería el solicitar la unidad de todo aquél que habita nuestra patria, que en el mundo, a pesar de todo lo que parece ensombrecerla, es y seguirá siendo bendita por designio celestial.
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