“Así Corrompe el ocio el cuerpo humano, como se corrompe las aguas si están quedas” (Ovidio)
Qué difícil es vivir en un país donde el pueblo piensa que pude compensar sus necesidades tomando lo que no es suyo. (SBC)
El año 2019, podría significarse como el ocaso de los proyectos de mejora, de una clase media, que trata de quitarse presión de arriba y de abajo; seguramente, a muchos ciudadanos la pesadumbre del año anterior, no nos permitió pensar con claridad sobre alternativas para mejorar nuestra calidad de vida, pues hasta el hecho de salir a caminar para ejercitarse aeróbicamente, pronto podría considerarse un riesgo para la salud debido a la contaminación del medio ambiente.
Este pesimismo ingrato, proviene entre otras cosas, de la dificultad que enfrentaremos todos, para cambiar en algo que resulta primordial, para darle rumbo y sentido a la convivencia social: La honestidad; virtud que se ha venido deformando a través del tiempo, por la influencia de factores que promueven el desarrollo de conductas irregulares, que se han ido justificando para acceder a un bienestar individual por competencia, abandonando la visión del bienestar comunitario. Las malas prácticas, incluso, han redefinido el concepto de honestidad, para sobrellevarlo sin ningún remordimiento y sin mediar una sanción en lo que a todas luces, en muchos de los casos, se puede tipificar como un delito; he aquí un ejemplo sencillo: Una persona, jubilada, acude a un cajero automático a retirar el dinero que le depositan con motivo de su pensión, se forma en la fila para esperar pacientemente su turno, cuando accede al cajero, retira una parte de su dinero, pero se olvida de retirar su tarjeta de nómina, la persona que se encuentra detrás de ella, se percata de la situación pero sólo observa, deja que se retire y de inmediato accede al mismo cajero automático y retira la tarjeta , disimuladamente hace su trámite y guarda en su bolso la tarjeta de la persona jubilada y la de ella, y se retira sin ningún remordimiento, de inmediato acude a varias tiendas y empieza a gastar el dinero que no le corresponde, logrando sustraer una buena cantidad; la jubilada se percata de el extravío de su tarjeta y lo reporta al banco para la cancelación de la misma, lamentando con ello, la pérdida de su aguinaldo y las dificultades que enfrentará para activar los trámites de la devolución de los descuentos indebidos.
Los trámites implican desde hacer una denuncia formal ante el ministerio público, y reunir los documentos anexos para que el banco proceda a investigar; lamentablemente la institución bancaria sigue un proceso, que de interpretarse como un servicio a sus clientes, se convierte en, otra pesadilla, no descuidando la amabilidad, pero nuevamente promoviendo prácticas deshonestas para dilatar el resultado de la investigación y la certidumbre de la devolución del dinero.
Nadie deja una tarjeta de débito o crédito en el cajero con la intensión de que otra persona se beneficie con el dinero que no le corresponde, muchos de los que han llevado a cabo la práctica deshonesta, de no regresar a su dueño la tarjeta o entregarla al banco para la notificación del usuario que sufrió la pérdida, están cometiendo un delito.
Si queremos tener un país que garantice el bienestar social, la justicia, la equidad y la paz, todos debemos de contribuir a ejecutar los cambios que estén dentro de nuestra competencia.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com