Durante la semana pasada, me hice el formal propósito de sólo tomar, de los acontecimientos cotidianos, aquellos que le sumaran calidad y calidez a mi vida, así es que, compartiré con ustedes, mis bien amados lectores, algunos aspectos que consideré fundamentales para mantener un estado de ánimo saludable. El primero de ellos ocurrió el lunes, y tiene qué ver con el amor incondicional que te obsequia un niño y su inocencia, mi pequeño nieto José Manuel se acercó a mí y sin más me dice: Abuelito, soy muy feliz en tu casa y me gusta mucho, después me dio un beso en la mejilla y se retiró.
El martes, mientras terminaba de arreglarme para salir del hogar, mi esposa se me quedó viendo y me dijo: Sigo enamorada de ti.
El miércoles le llevé un obsequio a mi amada madre, quien había estado inquieta e inconforme consigo misma y exteriorizaba su enojo, que era mal interpretado por los que nos acercábamos; ella tomó el regalo es sus manitas hermosas, se le quedó mirando y lloró, después lo mostraba a todos los que nos encontrábamos en ese momento junto a ella, después me abrazo con mucho amor y abrió su regalo.
El jueves, recibí la visita de doña Lupita una paciente que tiene todo mi afecto, y antes de iniciar la consulta se introdujo al consultorio cargando una gran bolsa y me dijo: He traído fruta para todos aquellos que han sido amables y amorosos conmigo, los que me ayudan a cuidar mi salud y se preocupan por mí, abrió la bolsa, y efectivamente, había una gran variedad de frutas y me dice, tome la que le gusta, y no queriendo abusar de su cortesía le dije: Deme usted aquello que desee, pues a mí me gusta toda clase de frutas, y me dice, si yo le diera una de ellas sería mi gusto y no el suyo y tomé unas uvas.
El viernes, me tocó atender a pacientes que no eran del área de influencia de mi Núcleo Básico de Salud, entonces, entró un hombre que permaneció callado por un par de minutos y me miraba de una forma inquisidora, cuando le pregunté el motivo de su consulta me dijo: Antes de mencionárselo, tengo que decirle algo que he estado guardando desde hace aproximadamente 20 años y Dios ha querido que este en este momento, frente a usted, para que pueda sentir paz en mi interior; lo observé con detenimiento tratando de identificarlo, pero, como él lo mencionó ya habían pasado 20 años, o tal vez más, y yo no lo recordaba, entonces empezó a narrar que fue estudiante de medicina de lo que fue la primera escuela de esa carrera en nuestra amada ciudad Victoria, y donde yo prestaba mis servicios, entonces comentó su historia, en la cual señaló que yo no lo había ayudado en una situación relacionada con la reprobación de un examen de una materia que cursaba y donde su profesor le había comentado que sólo yo podía decir la última palabra, entendí que para acreditarlo, porque si hubiese sido la de poner otro examen, el titular de la materia le habría podido dar esa opción, y según dice, yo me negué y eso fue en parte, lo que determinó el hecho de que abandonara los estudios de medicina.
Le comenté que no recordaba el hecho, pero, que seguramente no había sido ético el que yo exigiera a su profesor lo pasara, después repuso que me había culpado por mucho tiempo por aquel evento, más con los años entendió que no fue así, que cree firmemente que Dios le tenía destinado otro camino para llegar a lo que realmente tenía que hacer con su vida.
El sábado y domingo, Dios nos bendijo con la presencia de nuestros nietos mayores, en estos momentos estoy viendo los hermosos pies descalzos de mi nieto Sebastian que cuenta con 13 años de edad, entonces recordé cuando tenía sólo unos días de nacido, y tuve que esperar a que tuviera un mes de edad, para besárselos porque cuando nació, como hoy, me encontraba enfermo de un cuadro respiratorio viral y no había podido mostrarle todo el amor que sentía por el hecho de haberme convertido en abuelo.

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