Hay conflictos individuales más importantes que los que se presentan en la comunidad, más importantes que los que hoy experimentamos con motivo del proceso electoral que se vive en nuestro país. Me pregunto todos los días, si importa quién gane la contienda por la Presidencia de la Republica, lo hago, pensando en el hecho de que si no puedo resolver los problemas personales que me abruman, cómo pretendería que una persona ajena a mi verdadero sentir, pudiese estar pendiente de lo que en verdad necesito para ser feliz. Hay personas que dicen tener hambre teniendo que comer, hay personas que aseguran tener frío aun teniendo con que cobijarse, hay otras que se quejan de la falta de amor teniendo tanta gente a su alrededor que las aman; entonces, qué importa quién nos gobierne, si nosotros no hemos podido gobernar nuestra propia vida.
Hay personas que piensan que otras son muy felices, porque socialmente reflejan una imagen de armonía y de paz envidiables; hay personas que creen que otras están tan cerca de Dios, porque piensan que cumplen con todo lo que el Señor manda, pero en su corazón saben que se están esforzando mucho, para alcanzar un perdón que no se sienten merecedores de tener, se olvidan que Dios ya los ha perdonado, porque cualquier situación que hayan enfrentado no fue producto de la casualidad, sino parte del plan divino para alcanzar la salvación.
Muchos de nosotros aún no hemos comprendido lo que es el amor, seguimos comportándonos como seres irracionales apegados a un primitivismo ancestral; experimentamos sentimientos confusos, de difícil contención, que pueden degenerar en acciones violentas, pensamos por ello, como pensaron aquellos primeros personajes de la historia de la humanidad, creemos sólo en el valor de nuestros instintos, y si algo hemos aprendido con la evolución, es a no despojarnos de aquellas emociones que siguen recordándonos el largo camino que nos queda para alcanzar la felicidad que Dios nos ha prometido.
Más injusto que la pobreza material e intelectual, es la pobreza del espíritu, parece ser que nadie se preocupa de ella, quién podría pensar que algo que no se ve y que no se puede tocar, es la llave que nos permitirá no sólo entrar al reino de Dios, sino la que nos abre la puerta aquí en la tierra para disfrutar de una vida plena.
El día en que ya no sienta envida, odio, o coraje por otras personas, el día en que no busque pagar el mal con mal, el día en que ame a mi enemigo; el día en que mi corazón esté libre de todo sentimiento mezquino, el día que me acepte como soy y busque la perfección a la que me invita Jesucristo, ese día será el más glorioso de todos.
“Ruégote, Señor, prosiguió, no te irrites, si aún hablare esta sola vez: ¿Y si se hallaren ahí diez justos? A lo que respondió: No la destruiré por amor a los diez” (Génesis 18:32)
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