Cuando tuve la valiosa oportunidad de ser facilitador de algunas materias en una universidad privada, me encontraba disfrutando de un receso con mis alumnos, uno de ellos me conocía un poco más que el resto porque convivíamos con su familia por ser del mismo barrio, me preguntó: _Me platicaba mi madre que usted se casó antes de terminar su carrera universitaria ¿acaso se comió la torta antes del recreo? Siempre he procurado hablar con la verdad, es un valor que debemos privilegiar durante toda la vida; así es que, sin considerar que pudiera estar faltándome al respeto le contesté: _Buena pregunta Javier, pero ¿acaso te encuentras en algún dilema sobre el particular? _Bueno, contestó un poco turbado, tengo mi novia y nos queremos mucho y usted sabe cómo son esas cuestiones de estar enamorado, de pronto uno se deja llevar por las hormonas y salimos con nuestro domingo siete.

Todos empezaron a reír de la ocurrencia y franqueza de Javier, pero aquella pregunta me remontó a mis tiempos de estudiante universitario, donde unos años antes de entrar a la universidad, el famoso enamoramiento tocó a mi corazón, y en verdad, es una etapa maravillosa que nos invita a reconocer que la naturaleza obra en nuestro ser, como obra sobre todas los seres vivos del planeta.

Difícilmente se le puede pedir cordura a un adolescente o a un joven, cuando de entrada, encuentra en el enamoramiento un alto grado de satisfacción, sobretodo, cuando están tratando de olvidar todo aquello que les ha causado dolor, debido a la difícil situación que en muchas ocasiones se experimenta cuando lo padres enfrentan etapas difíciles en la relación matrimonial.

Entonces le contesté a Javier: _Lo que a mí me llevó a casarme prematuramente, fue la necesidad de sentirme amado y encontré en la mujer con la cual aún mantengo el vínculo matrimonial, la capacidad de amarme con la misma intensidad con la que yo la amaba, más pasamos por alto, que por nuestra inmadurez, más adelante tendríamos que enfrentar innumerables retos, precisamente para consolidar aquella relación que siempre hemos considerada sagrada, por profesar una fe basada en el amor verdadero.

Con el tiempo, nos dimos cuenta, que una cosa es estar enamorados, y otra, llegar a conocer el verdadero amor; éste, llega precisamente, cuando has alcanzado la madurez espiritual; créanme, les dije al azorado grupo que seguía con atención mi relato, que llegar a comprender por qué el amor está por encima de todas las cosas, no resulta una tarea fácil, en el camino, nuestra condición humana y la influencia caótica de un entorno con amplias tendencias negativas, nos lleva a fracasar.

Cada etapa de la relación matrimonial, te va poniendo retos mayores, en cada una de ellas, te vas percatando, si tienes conciencia, de lo que está sucediendo, y de cómo en un momento dado, tú mismo resultas ser tu peor enemigo, y como ves a tu otrora amada pareja, como una persona que ya no tiene los mismos intereses que tú para allegarse la felicidad, se generan desacuerdos; si no tienes madures, y por ello no eres consciente de que esa persona en realidad no es igual a ti, ni piensa como tú, o si no logras comprender el rol que cada uno juega en esa relación, sobreabundan los momentos de conflicto que pueden desgastar la relación.

Si se tiene madurez espiritual, te darás cuenta, que en esos difíciles momentos, no se trata de buscar culpables, mucho menos de saber quién tiene la razón; se trata de privilegiar el amor, para que todo aquello que se empeña en oscurecer el largo camino que se ha recorrido, nos deje llegar juntos a final del mismo, para acceder, como Dios así lo quiere, a una mejor vida. Ahora Javier dime, ¿he contestado tu pregunta? Nadie dijo una palabra más, uno a uno se fue retirando, sólo se quedó Javier, quien antes de retirarse me obsequió un fuerte abrazo, y sin más, se fue muy pensativo.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com