¿De este ambiente de gran confusión e incertidumbre, por cierto, como es costumbre vivirlo en nuestro hermoso y sufrido país, qué más podemos esperar?  Si nos sirve de consuelo el resto del mundo no es la excepción, siendo así, qué nos puede admirar ¿Acaso no es el hombre el lobo del hombre y por su causa el mundo entero se derrumbe? Y no es que no tengamos una luz que nuestro camino alumbre y nos pueda iluminar; del ciudadano común, nada podemos esperar; la luz viene del más allá, de aquello que por ignorancia solemos rechazar.

La sombra que nos cubre de pesar, es nuestra propia sombra, el hombre tiene un terrible miedo de darse cuenta que su corazón es noble y tiene una gran capacidad de amar; el hombre influenciado por el mal, desde su origen cambió el amor por toda cosa material, dejando a un lado la humildad.

Es por eso, que hoy como ayer,  nadie puede decir que es bueno, porque bueno sólo es Dios, y para llegar a serlo, tendríamos que renunciar a nuestro egoísmo abismal.

Para empezar, deberíamos querernos a nosotros mismos, para poder querer a los demás, y cuando se sienta que el dolor ajeno es nuestro propio dolor, desaparecerá nuestro egoísmo, el rencor, la envidia y de nuestro corazón se despojará de todo mal.

Quien quiera servir a un pueblo de lobos, tarde o temprano, dejará de mostrarse como cordero, para  enseñar su ferocidad, aludiendo que en esta vida no se puede ser diferente, porque no hay gente que al menos una vez en la vida se haya portado mal.

Si quieres ser diferente, tienes que renunciar a todo aquello que te conduce a seguir generando mal; poco a poco o de un sólo empujón lo lograrás; sólo tienes que recuperar la fe y con ello tu voluntad, para seguir el camino de la vida y de la verdad, con Él siempre habrá justicia, amor y paz y te dará como premio la eternidad.

 

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