Ya nos arreglamos, dijo mi nieto Emiliano cuando hizo los cálculos para el pago de lo que consideraba una deuda de honor; pero qué niño tan práctico, todo lo arregló al aplicar una simple ecuación matemática, pero nunca dijo de donde saldría el dinero para pagar el adeudo.

Mientras me reí de cómo los niños arreglan las cosas que a los adultos nos parecen difíciles, la sonrisa se me fue retirando cuando pensé, que tendría que medio llenar de gasolina el tanque de auto, y después ir a surtir la despensa para la semana.

Los precios de los energéticos y de los productos de primera necesidad se han disparado de manera alarmante, algunos de los que utilizaron la primera parte de su aguinaldo en el Buen Fin, para comprar una pantalla o algún otro electrodoméstico, ya estarán pensando en empeñarlos, para poder medio pasar una feliz Navidad; otra buena parte de los ciudadanos, tenderemos que reunirnos previamente para planear de manera comunitaria los preparativos tanto de la Noche Buena, como los de Fin de Año; incluso, los intercambios de regalos estarán de moda y se habla de poner un tope económico, para que nadie haga sentimiento porque le tocó algo de menor valía.

Pero más allá de estos nuevos ajustes decembrinos de la economía, por cierto cada vez más frecuentes y agobiantes, lo más importante sigue siendo la unión familiar, tal vez si nos propusiéramos a no utilizar los celulares durante la cena, para dejar que fluyan los sentimientos de viva voz, sería una excelente oportunidad para recuperar un poco el verdadero significado de la Navidad.

Por algo dicen que las crisis traen oportunidades y éstas se pueden encontrar retornando a las cosas sencillas, donde apreciemos en todo lo que vale la cercanía de nuestros seres queridos, no olvidemos que el reloj que marca el tiempo de vida sigue avanzando y de no hacerlo, más pronto de lo que imaginamos podríamos estar extrañando aquella grata compañía.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com