Quisiera… dijo mi conciencia, en un tono casi inaudible, y después de una breve pausa se escuchó una voz salida aparentemente de la nada que le pregunta. ¿Qué es lo que quieres? Quisiera que alguien entendiera lo que está pasando, pero, parece ser que la mayoría de las personas fingen no ver, no escuchar y prefieren callar y no sentir. Entiendo, respondió la voz, tal vez eso se deba al temor que tiene la gente de seguir sintiendo dolor, pues has de saber que la humanidad está sufriendo desde hace siglos. Mi conciencia le responde: el dolor es parte de la vida del ser humano, sin dolor tal vez se nos dificultaría más el poder comprender que, así como experimentamos esa desagradable sensación, otros tantos sufren igual, o en menor o mayor grado. En algo te asiste la razón, contestó la voz, pero, hay un dolor indescriptible que nos fue heredado el cual no queremos reconocer, y que preferimos callar, porque fue causado por la falta de poner en práctica un poder muy especial que Dios le regaló al hombre y a la mujer el día de su creación, y que por decisión propia, desactivaron al percatarse de la existencia del bien y del mal, pues consideraron, que para mantener un equilibrio existencial, deberían de utilizar de manera electiva uno u otro según su concepción de lo que en su génesis era el principal motivo de su llegada al mundo; dicho de otra manera el ser humano nace con conciencia, pero no ha desarrollado la plena conciencia, porque le resulta más cómodo el uso sencillo de la misma, porque así evita de manera voluntaria emitir juicios personales y le es más propicio justificar sus acciones negativas para no tener cargos mortificantes en su ser.
¿Cómo podría llegar al grado de la plenitud?, preguntó la conciencia. La voz contestó: primero es necesario saber lo que significa, y esto comprende el tener como prioridad la práctica de prestar atención, de manera consciente e intencional, a la experiencia del momento presente, con una actitud de curiosidad, apertura y sin emitir juicios. No es una relajación temporal, ni una creencia mística, sino una habilidad humana universal que se puede entrenar mediante técnicas de meditación y ejercicios de atención.
La plena conciencia promueve el bien físico, mental y emocional, alivia el estrés la ansiedad y la depresión, incrementa la capacidad de concentración, atención y memoria; promueve una mayor conciencia de los propios pensamientos, emociones y sensaciones corporales, lo que lleva a un mayor autoconocimiento. Ayuda a desarrollar resiliencia emocional, permitiendo manejar mejor los contratiempos y las situaciones difíciles.
En resumen, el alcance principal de la plena conciencia es transformar la relación que tenemos con nuestras circunstancias, permitiéndonos vivir con mayor calma, claridad y participación plena en el aquí y el ahora, en lugar de en “piloto automático”.
Ahora que ya sabes lo que es tener plena conciencia, date la oportunidad de participar activamente con conocimiento de causa, para evitar todo aquello que nos hace apáticos para perpetuar el sufrimiento que generan los promotores de la inestabilidad social y que tiende a perpetuar el sufrimiento.
Entonces la conciencia dijo: Quiero y puedo.
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