¿Quién es el enemigo?

¿Alguna vez se ha preguntado quién o qué es el causante de las desavenencias entre las personas que viven en aparente armonía por tantos años?

No creo que existan relaciones humanas perfectas, en lo particular, me he dado la oportunidad de analizar con detenimiento e imparcialidad algunos de los desencuentros familiares, eso me ha permitido frenar mi primer impulso por defender lo que considero mi verdad, y que por lo general, no es compartida por quien piensa diferente y reacciona de la misma manera por defender la suya, generando, la mayoría de las veces, conflictos innecesarios que causan dolor, resentimiento y distanciamiento entre las partes.

Dos personas educadas de manera diferente por sus respectivos padres, que a la vez, fueron también educadas con un modelo diferente, seguramente enfrentarán una serie de retos, cuando la relación ha entrado de lleno a un proceso de consolidación, generado inicialmente por la empatía.

Ayer escuchaba las opiniones de  dos  matrimonios jóvenes,  sobre la manera de educar a los hijos, me pareció muy interesante el hecho de que tomaran experiencias de otras parejas y las ponían en práctica para ver si funcionaban, y en caso de que fueran acertadas, trataban de compartirlas con otras parejas; también tocaron el punto de lo que dieron en llamar “las parejas de antes o los matrimonios de antes” y cómo éstas se aferraban a modelos de proteccionismo en los hijos, que afectaban su conducta, los condicionaban  a sentirse inseguros y a ser prospectos para la codependencia.

Los tiempos cambian, y la manera de llevar una relación conyugal o la de educar a los hijos también; desde mi muy particular enfoque, no se puede desechar del todo lo que se considera obsoleto, porque existen muchas cosas valiosas dentro de esas experiencias, y la mayoría de las veces, la riqueza de las mismas, radica en los valores.

Sin duda, las nuevas aportaciones sobre la educación, en la relación de la pareja y la crianza de los hijos,  son de una importancia indiscutible, de ahí, que si se tiene muy claro que el formar una familia con bases sólidas, requiere de un proceso de educación continua, con su respectiva revaloración frecuente, de la viabilidad de la pareja, y del estado de bienestar de los hijos, podría esto, tal vez, garantizar la estabilidad de la misma, por el tiempo donde sólo quede como único sentimiento el amor verdadero y la satisfacción de haber cumplido a cabalidad con ese maravilloso milagro, y así ganar puntos  para allegarnos la vida eterna.

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