Cuántas cosas salen a flote, previo a los procesos electorales; entre más se aproxima la fecha, más descalificaciones y más personajes con clara afiliación a un partido político, son involucrados en hechos delictivos. Más para una opinión pública tan politizada como la nuestra, difícilmente se puede confundir la justicia con la revancha o venganza política, o más aún, la utilización de muchas de estas oportunas acciones para dejar en claro por dónde se debe dirigir las preferencias electorales.

En razón a lo anterior, me comentaba un viejo amigo ya jubilado, del otrora buen arte de hacer el bien a la comunidad, que difícilmente en la actualidad, se puede engañar a la ciudadanía, para encausar la preferencias electorales, de hecho, la ciudadanía está más que consciente del acontecer político, de ahí, que incluso, muchas veces actúa de acuerdo a sus propios intereses y no pensando en un bienestar general. Comentaba también, que difícilmente un líder natural, con firmeza en valores que promueven en bien común, logra salir bien librado de una contienda electoral; la mayoría de ellos, son aislados desde el momento mismo que empiezan a evidenciar una tendencia benevolente, esto, por significar un alto riesgo para los intereses de los grupos de poder.

El panorama político actual en México, exhibe clara evidencia, de que hasta este momento, los precandidatos que se asoman para contender en las próximas elecciones del 2018, no reúnen las exigencias que demandaría una ciudadanía moralmente consciente de lo que se requiere para mantener el ideal de país justo, equitativo y en paz; de ahí que, se tendrá que elegir a aquella persona que pueda demostrar, sin engaños, que además de su perfil profesional, su experiencia y certificada capacidad, puede administrar con honorabilidad los bienes de la nación.

“Las opiniones son como los clavos, mientras más se golpea contra ellas, mas penetran” (Alejando Dumas)

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