¿Estás cansado? Sí, le dije a mi conciencia, estoy cansado y un poco más. Ella contestó, sí, te entiendo. Es un gran alivio para mí el que lo entiendas, le respondí, no puedo imaginar cómo me sentiría si tú, que formas parte de mí, no lo entendieras.
Ese día en mi trabajo, me recordó los mejores tiempos del llamado Seguro Popular, pero con la diferencia de que aún había recursos económicos suficientes para responder a las demandas ciudadanas que solicitaba un buen servicio de salud; y claro, también me cansaba, y tal vez más que ahora, porque se atendían a familias completas, y en ocasiones, el número de consultas rebasaba el límite establecido para dar una atención de calidad, hablo de 28 a 30 consultas diarias, en un turno de 8 horas, que en realidad era de 7 horas y media, donde se cumplía a cabalidad con la elaboración del Expediente Clínico Completo y de Calidad; cabe aclarar, que en ese entonces, mi edad cronológica era de 51 años, y por ende, mi condición física y mental era óptima. El Sistema de Protección Social en Salud entró en operaciones en México el 1 de enero de 2004, y el Seguro Popular de Salud era su brazo operativo, que pretendía dar cobertura en un lapso de siete años, a los 48 millones de mexicanos que en ese momento no tenían un seguro médico que los protegiera.
Ese día de la semana pasada, me propuse meter un pase de salida por 2 horas, me sentía muy cansado. Faltando poco tiempo para retirarme del servicio, me dice mi compañera enfermera: acababa de llegar una paciente. Revisé la hora en mi reloj y me dije: No puedo marcharme sin atenderla, así es que, le pedí por favor que la hiciera pasar y empecé la entrevista, mi tono de voz apagado por el cansancio, y mi actitud serena por la fatiga, después de entrevistar y examinar a la paciente, de explicarle mis hallazgos e informarle el cómo procederíamos para mejorar su estado de salud, le pedí su consentimiento, y aceptó; al término de la consulta y antes que la paciente se retirara, no pude evitar ver de nuevo el reloj; la paciente se detuvo antes de salir por la puerta y me dijo: Médico, es usted una fina persona, Dios lo bendiga. Escuchado lo anterior sentí vivo, con suficiente energía y fuerza, para continuar caminando y viviendo mi realidad.
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