De qué tienes ganas, me preguntó mi esposa el viernes 14 del presente mes, cuando hacíamos sobremesa, ésto, porque me vio muy pensativo; estaba evocando el hecho de cómo antes hacíamos planes cuando se aproximaba un día libre que se sumaba al fin de semana; sí, lo recuerdo, contestó ella suspirando, y agregó, siempre anhelabas el poder coincidir con tus hijos y nietos para planear una salida fuera de la ciudad, de hecho diste a llamar a ese momento como “Historias sobre los viajes cortos”, ésto, porque por seguridad escogías lugares que no estuvieran más allá de cuatro horas de camino y que por cierto parece que dichos viajes terminaron cuando los nietos mayores realizaron su propio viaje en busca de su destino.
Al escuchar eso, le di la razón a María Elena, y como suele suceder, no pude evidenciar el ponerme nostálgico, pero ella para animarme me dijo, que este fin de semana estarían Sebastián y Emiliano en nuestra ciudad, así es que se presenta una buena oportunidad para reunirnos, pretextando una comida de bienvenida.
La miré de reojo y le pregunté, ¿crees que sería posible aterrizar el evento? desde luego, afirmó mi esposa, platicaré con nuestros hijos para ponernos de acuerdo. Pasaron algunas horas y sin poder evitar mi evidente ansiedad le pregunté: ¿Cómo va el plan?, Bueno, contestó María Elena, Emiliano dijo que ya tenía su agenda completa, pero destinaría unas horas para estar presente, y Sebastián, aunque no confirmó, no le pareció mala idea.
Me agradó el entusiasmo de mi esposa, a pesar de que ella había tenido mucho trabajo durante la semana que estaba por terminar, pero de alguna manera intuí, que quería complacerme para calmar el posible síndrome de soledad inquieta, que suele aparecer en los adultos mayores.
Lo que empezó con una posibilidad, se concretó gracias a la colaboración de todos, de tal forma que nos reunimos en un área desconocida para muchos, pero que a mí en lo particular me trajo muchos recuerdos; poco a poco se fue integrando toda mi familia, los grandes, los medianos, los pequeños, y para mi mayor satisfacción, todos encontraron algo que se estaba escapando de sus vidas, de manera, que mi único hijo varón, se sintió en su ambiente y encontró en Emiliano, mi segundo nieto, a un excelente compañero parrillero y soñador; por otro lado, mi primera hija a pesar de su evidente fatiga debido al trabajo institucional y doméstico, se relajó lo suficiente, como para ver a sus tres hijos juntos compartiendo en armonía su amor fraternal; la familia de Cristian se incorporó también y sus hijos Valentina y el pequeño Diego se sintieron como en casa; mi segunda hija y su familia no faltó a la cita venían de cumplir con otro compromiso, pero igual disfrutaron de la compañía del resto de la Familia.
No quiero pasar por alto a mis otros dos hijos mi yerno José y mi nuera Melisa, sin ellos no hubiéramos estado completos, únicamente faltó mi nieta Fernanda, que se disculpó por estar ausente ya que tenía un compromiso previo.
Al término de la reunión, mi esposa me preguntó: ¿Podrías considerar este evento como uno de los Viajes Cortos? Sin duda que lo fue, le respondí, estoy tan feliz, porque el espíritu de dos personas tan amadas por mí también estuvieron presentes, mi padre, el Químico Salomón Beltrán García y mi estimado amigo y hermano Antonio Ángel Beltrán Castro, de ello se dieron cuenta, mi hija Kattia, y sus hijos, pues a través de ellos recibí un misericordioso abrazo a mi alma. “Porque para Dios nada es imposible”. (Lc. 1:37)
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