Debería haber cosas más importantes que sentirse mal; me decía un paciente cuando entró a consulta; por qué lo dice, le pregunté. Es que eso de tener que venir a consultar tan seguido me quita el ánimo. Antes de que me contagiara su pesimismo le pedí me mostrara los resultados de laboratorio que le había solicitado en la consulta anterior, y como era de esperarse, estos se encontraban normales, y digo como era de esperarse, porque el paciente sólo sufre de molestias propias de la edad, situaciones que no aceptamos debido a que tal vez eso se traduzca a sentirse viejo.

Muchas personas cuando llegan a la etapa conocida como adulto mayor, al hacerse más evidente algún rasgo del envejecimiento empiezan a desarrollar  trastornos emocionales como la ansiedad y la depresión, mismos que al no ser tomados en cuenta y ser tratados con oportunidad, terminan por  instalase definitivamente, y de ahí en adelante estarán mucho más pendientes de su estado de salud, con el inconveniente de que al no poder diferenciar un síntoma típico del desgaste de nuestro cuerpo, lo traducen en la posibilidad de padecer patologías de mayor seriedad y riesgo.

Es frecuente el hecho, que de primera instancia muchos de los pacientes con ansiedad o depresión busquen apoyarse en otros miembros de la familia, desafortunadamente muy pocos reciben la atención debida en ese entorno y buscan hablar de su malestar con algunos amigos, encontrando en ellos, en ocasiones, opiniones de tipo catastrófico, lo que agrava las ya evidentes alteraciones señaladas.

Es frecuente recibir en la consulta, pacientes que manifiestan un gran temor, de ahí que los médicos no debemos minimizar este síntoma y solo aconsejar al paciente, porque en muchas ocasiones, el miedo resulta ser el indicador de mayor riesgo para él.

Alunas personas se quejan al estar en la sala de espera, por un tiempo mayor del que tenían contemplado, puedo asegurarles, que muchas de ellas también padecen de ansiedad y desearían ser atendidas, no tanto por el motivo subjetivo que las lleva a consultar, sino por los efectos nocivos que ocasiona un sistema emocional desequilibrado.

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