Ir por el camino de la incertidumbre, pensando que es el único camino que existe, porque los que llegaron primero,  en su afán de buscar lo que no sabían, aprendían de sus tropiezos, para evitar caer de nuevo; caminar, sintiendo que el aire no te es favorable, que siendo tus piernas aún fuertes sin importar los años, pierdes lo mejor de tu vida y su gran energía, siguiendo la corriente de aquellos, que quieren vivir la vida de otros, por sentir que es la forma más segura y sencilla, equivocándose en lo que todos se equivocan, para no ser juzgado de diferentes por hacer uso de la voluntad que les concede la libertad tan deseada y tan querida; sentir que tu nado es contracorriente, no para contradecir a quien camina con los ojos vendados, sino para lograr la satisfacción de luchar por lo que tanto anhelas y crees merecer, para refrescarte en la cascada de la satisfacción personal y evidenciar sin pena y sin miedo que lo lograste, sin tener que cargar con el remordimiento de la culpa de los que se quedaron atrás, que mucho se empeñan en hacerte sentir culpable de su infelicidad y por verte feliz, mientras ellos se consumen en su amargura; sentir  que invertiste  tus mejores años tratando de entender a otros, sin haber por ello tenido tiempo para entenderte a ti mismo, que hiciste tuyos los miedos de los demás, para acrecentar los tuyos, al compartir sus sufrimientos, para aminorar el dolor que les causan sus pesados pensamientos de descontento con la vida; caminar sintiendo que Dios te dio la oportunidad de comprender que en la vida no hay mejor amigo que la naturaleza, quien de manera sencilla compartió contigo su sabiduría, que los años de aislamiento en soledad fueron para hacerte entender que el hombre no es todo el universo, sino el principio para encontrar el camino de la verdad, verdad que no ve el que no quiere ver, que no escucha el que no quiere escuchar, que no siente el que no quiere sentir, que no encuentra porque se resiste a creer que el único camino para encontrarse a sí mismo es el amor, empezando por amar a Dios por sobre todas las cosas, y amarse a sí mismo, para amar al prójimo como Jesucristo nos ama.