El domingo después de pasar parte de la mañana y mediodía con nuestros Hermanos Jorge y Aminta, comentaba con mi esposa, lo bien que la pasamos en la reunión y entre otras cosas le dije: Es éste sin duda un tiempo de calidad que pasamos juntos, pues nos da la oportunidad de reflexionar sobre todo aquello que nos da felicidad y de lo que nos causa tristeza, en seguida cada uno de nosotros puso en la balanza de su vida, esos dos aspectos vitales en la existencia; ella comentó, que del lado donde estaban las experiencias gratas, como que quería pesar más que de las no gratas; yo le contesté: Mira que coincidencia, en mi balanza pasa lo mismo, y le dije, por qué no sumamos nuestras alegrías, seguramente, que juntas darán mayor peso a todo lo bueno que hemos vivido como pareja. Dicho lo anterior, ella me miró y respondió afirmativamente y me preguntó: ¿Por qué existen cosas en la relación matrimonial que nos hacen titubear sobre el resultado de la misma? ¿no debería ser bueno todo lo vivido? Analizamos juntos los factores que consideramos negativos que han dado pie a discusiones amargas, y en todas vimos que no había una razón de peso para considerarlas más importantes que el amor que nos ha unido; y entonces, ella dijo: ¿Por qué sucede todo aquello que no nos agradada, en la relación de pareja? Sin considerar que la opinión que le iba a dar fuera una verdad absoluta le contesté: Cuando existe el verdadero amor, por más difíciles pruebas que enfrente una pareja, siempre saldará victoriosa. El conocimiento del verdadero amor, lo obtenemos los seres humanos, cuando conocemos a Jesucristo, y se reafirma, cuando a su llamado dejamos todo para seguirlo.
“Asimismo decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí y tener parte en mi gloria, renúnciese a sí mismo, lleve su cruz cada día, y sígame. Pues quien quiere salvar su vida abandonándome a mí, la perderá; cuando, al contrario, el que perdiere su vida por amor de mí, la pondrá en salvo” (Lc.9:23-24).