“¿Me amas? Señor tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo” (Jn 21:17) Entonces ¿a dónde vas? Por qué finges no verme y te sigues de frente, a dónde piensas ir mientras tu corazón y tu conciencia te reclaman; ¿en verdad es tan importante a donde quieres ir? Ven, mírame a los ojos, espera, no me des la espalda, y escucha “Mis ovejas oyen la voz mía; y yo las conozco, y ellas me siguen” (Jn 10:27) El viento movió las ramas del árbol que empezaba a envejecer y de él se desprendieron dos vigorosas hojas, cayendo a los pies de la mujer cuyo corazón reclamaba misericordia, ella las tomó amorosamente entre sus manos, las besó y las deposito en el suelo, y éstas alimentadas por el amor de madre, se convirtieron en dos hermosas mujeres, una a otra se miraron entre sí tratando de reconocerse, porque siendo hermanas, había cada una de ellas crecido dirigiendo su vida a rumbos diferentes, después, miraron a la mujer que yacía sentada en la tierra donde se encontraba el árbol que empezaba a envejecer, y el tronco que aún se encontraba firme, le servía de respaldo, pues era evidente, que el cansancio la había arrebatado a la mujer toda su energía.
Señor, me ves, me hablas, Señor, te siento y te escucho, yo soy una oveja de tu rebaño y reconozco tu voz, y mi voz se escuchará donde tú quieres y con ello haré sentir tu divina presencia en todo aquél que necesite de tu amor, para que recuerde que no hay cosa más importante para hombre y una mujer, que saber cuál es su origen, y siendo tú la fuente de todo poder, y siendo el mayor poder el amor que emana de ti, tu divina luz llegará a brillar en el corazón de los que por su falta de fe han dejado que la oscuridad empiece a reinar en su vida.
“Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me hospedasteis; estando desnudo me cubristeis, enfermo y me visitaistes, encarcelado y vinisteis a verme y consolarme”.
Abran sus corazones a la Palabra de Jesucristo Nuestro Señor y la misericordia siempre estará presente.
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