Mi nieta María José, se acercó a mí con una mirada de franca tristeza, le pregunté el motivo de su pena y congoja, y al tomar ella del suelo una pálida hoja, me dijo que días antes, la había visto en lo alto del árbol lucir. Me dijo estar muy preocupada por ver a tanta gente reñir; me dijo estar asustada y quisiera por eso esconderse y huir, yo la tomé tiernamente en mis brazos, pues no me gusta verla sufrir, yo le limpie con mi pañuelo sus lágrimas que de sus ojos decidieron partir. Abuelo, me dijo con gran sentimiento, tú sabes que a mí como a ti, nos gusta contar nuestras penas, a ti te gusta escribir, a mí me gusta cantar lo que siento, has de este momento un poema, una canción que tanto como a mí, le llegue al corazón a la gente para que deje también de sufrir.

A mi México lindo y querido.

Acomódense pues las ideas, que en ellas haya más verdad que mentiras, y que, al despertar de la terrible pesadilla, nos sintamos todos aliviados, al saber que sólo fue un mal sueño que nos hizo infeliz.

Dame la mano mi hermano, yo no soy tu más odiado enemigo, dame un abrazo fraterno y sea este una señal de la alianza del México que todos queremos lograr.

Obscuros han sido los días, para una patria pujante y querida, que merece ser nuestra casa, para sentir el placer de gozar, la unión de toda buena familia.

Vistamos todos de blanco, que es el color de la paz y la anhelada concordia, alcancemos todos la gloria, para vivir como verdaderos hermanos.

Hagamos cadenas de amor solidarias de buena voluntad, y hagamos sentir nuestro fiel patriotismo, renunciando al odio y al perene egoísmo, que nos llega a través del rumor, la venganza y la envidia.

Dame la mano mi hermano, yo no soy tu más odiado enemigo, dame un abrazo fraterno y sea esta una señal de la alianza del México que todos queremos lograr.

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