Siempre nos debemos dar un tiempo para sentir y disfrutar, y la reciente celebración del Día de los Abuelos, me trajo algunos recuerdos gratos en relación a cómo se va construyendo poco a poco la imagen de los buenos abuelos siendo buenos padres, situación que en esta época pandémica nos invita todavía a reflexionar más sobre la importancia del amor; imagino que muchos niños perdieron a sus abuelos durante este evento epidemiológico llamado Covid-19, algunas de estas muertes ocurrieron en una edad prematura, dejando un vacío difícil de llenar en el alma de muchos niños; yo tuve la fortuna de disfrutar a mis abuelos, más a los maternos que a los paternos, pero igual los amé, porque  cuando se ha sembrado la semilla del amor en el corazón no hay nada en el mundo que pueda evitarte el  vivir, el sentir y el disfrutar la compañía de tan gratos  e importantes seres humanos.

Mis primeros nietos, aún cuentan con sus abuelos paternos y maternos; mis segundos nietos, perdieron al abuelo materno, pero disfrutan de las dos abuelas y el abuelo paterno; mis terceros nietos perdieron al abuelo paterno, pero Dios ha permitido que aún cuenten con su abuelo materno y sus dos abuelas.

Ayer domingo, casi en automático,  cercana la hora de la media noche, me dirigí a la recámara matrimonial para prepararme a dormir, ésta, como de costumbre, se encontraba en penumbras, por lo que me dirigí directamente a encender la lámpara que está sobre el buró derecho de la cama, y al iluminarse la habitación, lo primero que vi, fue un libro de cuentos infantiles, no pude resistir la tentación de tomarlo para hojearlo, por lo que me senté  sobre la cama para hacerlo, apenas había leído el título y se activó el área de los recuerdos, y pensé en el tiempo que había pasado desde la última vez que  había leído un cuento, probablemente unos cuarenta años, sí, mis pequeños hijos antes de dormir me pedían que lo hiciera, y si por algún motivo no podía hacerlo, inmediatamente le hablaban a su madre, que por cierto, dulcificando el tono de su voz, lograba establecer a los pocos minutos, un estado de somnolencia prematura que antecedía al sueño profundo. Paradójicamente, yo procuraba mantenerlos despiertos lo más posible, ya que debido a mi profesión, me pasaba la mayoría del tiempo sin verlos, y para ello, tenía la costumbre de modificar las historias de los cuentos, logrando, la mayoría de las veces, introducirlos a las páginas como protagonistas, no sin antes mediar para que no discutieran por el papel principal y una vez hecho el reparto, entrabamos todos en acción disfrutando vivamente la aventura.

Cuarenta años sin poder sentir y disfrutar un cuento, de hecho, actualmente, Andrea, mi nieta que tiene doce años, pasó unos días en nuestra casa, me pido que le leyera un cuento clásico, me lo llevó a la recámara mientras me encuentro recostado, pone el libro en mis manos y se acorruca a mi lado, y al empezar la narración, veo cómo abre enormemente sus hermosos ojos azules, buscando en techo de la habitación al hermoso plantío de girasoles del que le hablo, y cómo estos van siguiendo lentamente al sol, con la finalidad de aprovechar al máximo su luz y su calor, y ella se contempla dando graciosos saltos y giros entre el plantío, mientras canta una armoniosa canción que habla de llegar  a la cima de la montaña antes de que el astro rey pueda ocultarse, esto con la finalidad de encender la luz plateada que evitará que la tristeza de los girasoles llegue a provocar que sus delicados tallos se flexionen para derramar sus lágrimas sobre la tierra. ¡Oh, hermoso lucero de cabellos dorados! Tú eres el sol que alumbra nuestros corazones, tú eres el plantío de los gloriosos girasoles, que haciendo una plegaria a Dios, le pide por todos los que sienten que con cada paso del día se acrecienta la desesperanza porque no logran concretar sus anhelos.

Silencio, mi lucero se ha quedado dormida escuchando el latido del corazón amoroso de su abuelo; mañana nos despertará el primer rayo de sol que se filtre por la ventana, y nuestro ser se erguirá completo en una plegaria de gratitud para nuestro Dios, por obsequiarnos el nuevo día.

Feliz día de los Abuelos, a los presentes y a los ausentes, a los que gozan del privilegio de los nietos y a los que disfrutan del amor de Dios en el paraíso eterno de los girasoles que nunca apagan su luz.

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