Como la buena fruta que se madura en el árbol, así sentí que maduró la relación de amistad entre aquellos adolescentes de secundaria, que un buen día coincidieron en las aulas de la Secundaria Federalizada y que orgullosamente se ostentan como la Generación 65-68 y que después de 53 años, por primera vez conciliaron el gusto y el interés de reunirse, y con ello, evocar los grados recuerdos de aquella bella época.
Uno a uno fuimos llegando al recinto que se destinó para realizar tan importante encuentro, la primera impresión pasó de la sorpresa a la incógnita y surgió la pregunta ¿Quién eres tú? y una vez identificada la persona la distancia se acortaba; aunque de inicio se respetaban los protocolos de prevención por la pandemia, discretamente se fueron relajando, pues urgía ver quién estaba detrás de aquella dulce mirada que denotaba una alegría inusitada, urgía ver el tamaño de la sonrisa y ver de dónde salían todas aquellas palabras que desbordaban frases animosas, que aferradas aún al pasado, veían con los mismos ojos a las muchachas y muchachos del ayer, cuyo cabello ahora pintaban canas, mas no el caso de nuestras compañeras, que seguían exhibiendo la misma belleza, que había trascendido tanto, que nos hacía ver lo que no puede cambiar el tiempo: La belleza del espíritu; porque todos nosotros en nuestro interior sabemos que llevamos como obsequio el mismo aliento de quien le diera vida a la raza humana.
Después de desbordar camaradería, surgieron las anécdotas y para eso el mejor narrador fue Oscar Dante, siguiéndole en la relatoría Mario, Sergio, Efraín, hasta que se animaron las damas, que con mayor mesura y respeto compartieron sus experiencias de secundaria.
¿Que si hubo sorpresas? Claro, descubrimos el lado artístico de Efraín Honorato, la especial espiritualidad de Martha, el alma bondadosa de Claudia, el estupendo buen humor de Aída, que por cierto heredara de su padre, nuestro querido amigo Pedro, la gran tenacidad de Mario y por supuesto, comprobamos el poder de la amistad cuando se conectaran por Internet Víctor y Felipe. Espero no haber omitido a ninguno, porque algo que le dio un toque especialmente familiar fue la presencia de algunas de nuestras compañeras de vida Nora Alicia, Adriana y por supuesto aquella que es el motor que impulsa a mi ánimo cuando está abatido, María Elena.
Agradezco por este conducto a todo el personal que nos asistió en nuestras necesidades culinarias, que resultaron ser también muy cercanas a nuestra familiaridad y amistad.
Cabe mencionar, que todos, absolutamente todos, recibimos el abrazo y el amor del primero y último de nuestros anhelos, quien hizo posible tan deseado encuentro, quién detuvo la lluvia e hizo que brillara el sol, quien cuidó de nuestra seguridad y estancia: Nuestro Señor Jesucristo.
Bendiciones para nuestros hermanos en Cristo: Rosa Aída López Holl, Elva Ramírez Cuesta, Claudia Alvite Hallam, Oscar Dante Vázquez Berrones, Mario Alberto Alanís González, Sergio Humberto Isas Gil y Efraín Honorato Nieto.

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