Hace unos dÃas, un buen amigo y yo coincidimos en un hermoso lugar, como estábamos al aire libre y habÃa un fuerte viento, nos dirigimos a un espacio bajo techo, ambos tratamos de acomodarnos el cabello con la mano, y al mismo tiempo nos percatamos de la presencia de un espejo de buen tamaño que pendÃa de una de las paredes de la estancia, nos dirigimos hacia él, y al ver reflejada nuestra imagen nos reÃmos; pensando que lo hacÃamos por lo despeinados que nos encontrábamos le dije: Estuvo fuerte el viento. Él me contestó: No te preocupes, con el peine quedaremos como nuevos. ¿Cómo nuevos? Eso quisiéramos, yo más bien dirÃa, quedarÃamos presentables, porque nuevos sólo volviendo a nacer. Ese evento me hizo evocar un recuerdo, mi madre siempre me daba el visto bueno cuando salÃa de casa, ya sea a la escuela, a divertirme o algún evento; me quedé tan acostumbrado a pedirle su parecer, en cuanto a mi apariencia personal, que cuando estaba ya inmerso en mis actividades profesionales y se realizaba algún evento de las asociaciones civiles a las cuales pertenecÃa, una vez afinado mi arreglo personal, me dirÃa a casa de mi madre y le preguntaba: ¿Cómo me veo? Ella como siempre decÃa: Te ves hermoso; yo le contestaba, no mamá dime como me queda este traje, qué te parece la corbata, te agradan mis zapatos; pero ella repetÃa, te ves hermoso.
Pasaron los años y no dejaba de ir primero a casa de mi madre, ahora, como organizador de algún evento de profesionistas que un dÃa tuve el honor de presidir, siempre con el mismo propósito, pedir su visto bueno, y ella seguÃa repitiendo la misma frase. Hace tres años fue la última vez que realicé un evento formal, me vestà de traje y fui a la casa de mi madre en busca de su aprobación, ella tenÃa entonces 89 años, se encontraba sentada en el comedor tomando café y me dijo:
¿A dónde va usted tan elegante, señor? sus palabras me causaron asombro, y angustiado le dije: Mamá soy yo Salomón; ella se me quedó mirando y segundos después dijo: Hermoso como siempre, Dios te bendiga hijo y que todo salga bien; corrà hacia ella la abracé y la besé repetidamente y le dije: Gracias madre, son tus hermosos ojos el mejor espejo en el que me he reflejado toda mi vida.
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