Una hermosa mañana, me encontraba parado en la cima de una montaña acompañando a mi Maestro, y después de unos minutos de meditación y de haber dejado que el suave y fresco viento matutino, aún impregnado de rocío, despejara del entorno las vibraciones extraviadas y dispersas, que no han encontrado cabida en las mentes, que más que atender rumores y especulaciones, sólo se abren a la verdad, me explicaba magistralmente la diferencia entre el ver y el observar; me pidió abriera bien los ojos y le dijera qué era lo que veía, respiré profundamente como si quisiera que a mi vista llegara el suficiente oxígeno para que mi visión fuera lo más clara posible, entonces le dije: Señor mis ojos ven lo maravillosa y grande que es tu obra; al escuchar mis palabras, sonrió, pensé entonces que su sonrisa era una señal de entera complacencia, pero él puso su mano izquierda sobre mi hombro derecho y dijo: Has dicho bien, porque sólo te pedí que vieras, ahora dime ¿qué es lo que observas? Abrí aún más mis ojos, respiré profundamente, ahora tres veces y tratando de afinar mi visión, recorrí aquel hermoso paisaje para tener una perspectiva panorámica, después pensé, qué podría decir en ese momento que pudiera significarse con mayor majestuosidad que mi respuesta anterior, pero todo fue inútil, avergonzado, pedí perdón por mi incapacidad para poder describir aquel maravilloso escenario de la manera que seguramente el Maestro esperaba; entonces dijo: No te preocupes, la mayoría de las personas sólo suelen ver, incluso, en ocasiones, ven sólo lo que quieren ver y les interesa, de ahí que, únicamente comprendan lo que sucede en su vida y entiendan muy poco lo que sucede en la vida de su prójimo; escucha bien lo que ahora te digo:
poder observar la realidad, no necesitas ver con los ojos, se requiere observar con el corazón, sólo de esa manera podrás contemplar todo a detalle, sobre todo los elementos que a muchos les parecen insignificantes, pero resultan ser indispensables para tener una clara apreciación del todo que compone nuestra realidad; quédate un momento más aquí, cierra los ojos y observa con el corazón.
Entonces sentí un sobresalto, como quién da un paso al vacío, abrí los ojos, me encontraba solo, recostado en mi cama, de primera intensión supuse que todo había sido un sueño, pero seguí sintiendo el peso de una mano sobre mi hombro derecho y al voltear, pude observar con el corazón y me encontré con la verdad.
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