Y la encontré sumida en su tristeza, en una soledad involuntaria, preguntándose a qué se debía el rechazo hacia su persona, me acerqué a ella para saludarla, y como si hubiese adivinado que le leía el pensamiento, trató de simular que no le pasaba nada, pero era imposible no ver cómo su alma reflejaba su estado de ánimo; volteó lentamente su hermosa cara y esbozó una hermosa sonrisa, yo diría que única, porque la mitad de sus labios denotaba dolor y la otra apenas una amable señal de alegría ¿En qué piensas amada mía? En lo cercano que está el día de Navidad. ¿Y eso te hace feliz?
La Navidad siempre me ha hecho sentir feliz, pero, cuando estaba pequeña me preguntaba tantas cosas que sucedían y nunca encontré respuesta, al fin terminé por no pensar más en ellas, pero, ahora que tengo más edad, de nuevo me pregunto ¿Por qué siento que no soy bien aceptada por algunas personas de mi edad? Abuelo, ¿que tengo de malo? Mira mi niña, deja de pensar en eso, si en algo puso esmero Dios, fue en tu creación. ¿Y tú, cómo lo sabes? Lo sé, porque él me lo dijo ¿Tú hablas con Dios? Todo el tiempo, desde antes de nacer, de esto, ya he hablado muchas veces, pero, sabes una cosa, muchas personas no se dan el tiempo para escuchar o para ver, viven pensando, que la vida se resume a poner en práctica una rutina ancestral, que se lleva de acuerdo a un modelo social rígido, que sólo les permite tener conciencia, únicamente de lo que se cree que es la existencia, y no saben que vivir, va más allá de nacer, desarrollarse y morir. ¿Abuelo, pero, dicen que a Dios no lo ha visto nadie jamás? No lo ha visto aquél que no quiere verlo, no lo escucha quien no quiere escucharlo, no lo encuentra el que no lo busca, yo te aseguro que en estos momentos él está aquí con nosotros, y todo lo que te estoy platicando me lo está diciendo al oído para que yo te lo diga a ti. ¿Y que más te dice de mí?
Me dice, que te ama tanto, y que desea verte siempre feliz, que no te preocupes por el hecho de que las personas de tu edad te rechacen; me dice, que te acuerdes que él fue rechazado muchas veces, incluso, por todos aquellos a los que les había hecho el bien; me dice que las perdones, como él nos ha perdonado todo lo malo que hacemos. ¿Abuelo, yo quiero ver a Dios? ¿De verdad quieres verlo? Sí, sí quiero verlo, para decirle que yo también lo amo, y darle las gracias por todo lo que ha hecho por mí. Me dice, que veas mis ojos, que te asomes a través de ellos, porque los ojos son la ventana del alma, si tienes fe lo verás, porque él está en mí, como está en ti y yo lo veo a través de la ventada de tus preciosos ojos azul celeste como el cielo.
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