Que paz se encuentra en las palabras que, saliendo del corazón, ponen en evidencia las bondades de un espíritu de luz. Hay muchas palabras y mensajes circulando en las redes sociales, que nos invitan a la reflexión, pero no todas nos impactan de la manera esperada, no logran motivar la emoción que se desea y terminan siendo sólo palabras.

Hay mensajes que de tanto circular en los medios de comunicación se vuelven rutinarios, y sentimos que su esencia se va desvaneciendo, se marchitan como las flores que sucumben en el tiempo esperado y nos preguntamos ¿Por qué esos mensajes no han podido inmortalizarse?

Pero ¿cómo podríamos identificar los mensajes que emanan de un corazón, que posee el don divino de hablarle a otro corazón, para que más que entender por uso de la razón, entienda, que el emisor tiene un gran poder sobre el espíritu y la materia? Lo sabrás cuando sientas que todo tu ser se estremece, cuando junto con las palabras viene la más pura energía, procedente de una esencia, cuya pureza tiene el potencial de estimular cada una de tus células, generando una paz interior jamás sentida con ninguna otra fuerza exterior.

Si una respuesta esperas sentir en tu cuerpo material, ante la magnitud del poder de Dios, sentirás primero que tu tiempo se detiene, te invadirá una sensación de extravío en un espacio de total armonía, vibrarás sin poder impedirlo ni desearlo suprimir, un calor tibio y sedante te recorrerá de los pies a la cabeza, y establecerás la divina comunión con el Señor, no podrás evitar llorar al estar ante tan grande experiencia, y sabrás lo que es la verdadera paz. Si de ese místico encuentro hubiera algo que tuvieras que comunicar a los demás los sabrás, si no, serás tú el beneficiario de la misma, pero tu vida cambiará por completo.

Hay muchos mensajes circulando en la redes sociales, pero a Jesucristo sólo lo podrás encontrar en su palabra, porque su palabra es la fuente del agua viva, y quien bebe de ella, vivirá pa siempre.

Oh divino aroma de rosas! Estela de amor que deja a su paso la madre de mi Señor, que hoy me vista, cúbrenos con tu divino manto para no sufrir ningún quebranto físico, mental y espiritual, mientras caminamos por la ruta de la salvación.
“El que tiene oídos para entender, entiéndalo” (Mt 11:15).

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