En el año 2008, escribí un artículo titulado “Lo poco que queda” en él narraba lo siguiente: Lo poco que queda del ayer, está por derrumbarse, el mundo es otro y día con día, está cambiando, ni siquiera podemos decir que está cambiando para bien, porque así como la ciencia y la tecnología aportan nuevas herramientas para “mejorar”, aparecen nuevos retos debido a la falta de tiempo para adaptarnos.

Los seres humanos tratamos inútilmente de disfrazarnos para aparentar estar acordes a los nuevos tiempos, sí, hay que reconocer que sólo nos estamos disfrazando, porque en realidad no nos estamos transformando, al menos no interiormente. Lo que llamamos moda siempre será una estrategia de mercado, para mantener activo el flujo de capital y para distraer nuestra atención de lo que verdaderamente está pasando.

Esta perniciosa y progresiva superficialidad nos está despojando de lo único que podría vincularnos con Dios: El espíritu. Podríamos ser un remedo parecido a las criaturas de ficción conocidas como zombis o muertos vivientes, que deambulan sin rumbo. Poco a poco vamos perdiendo nuestras capacidades intelectuales, y podríamos llegar a un retroceso de nuestra evolución humana.

Para qué caminar si tenemos autos, para qué hablar personalmente, si tenemos la comunicación por Internet, para qué queremos ver si todo cuanto soñamos podrá proyectarse a nuestro cerebro sin necesidad de abrir los ojos; hasta el acto de comer nos parecerá un inconveniente, no se diga el contacto físico, los placeres están por llegarnos a través de sensores y procesos digitales. Imaginémonos sin brazos, sin piernas, sin ojos, sin oídos, una masa informe de plasma, que controla su reproducción con una ecuación básica.

De tan sólo pensarlo, nos atemoriza, tal vez esto nos suene como aquellas sentencias de los profetas bíblicos, al hacer el exhorto para enderezar nuestro camino, y que por cierto, ya han pasado cientos de años y seguimos sordos al llamado. Algunas personas dicen que “el mundo termina sólo para el que se muere”, pero la verdad, es que muchos llevan una existencia como si ya estuvieran muertos, de ahí el poco aprecio por la vida.

Debemos estar atentos, porque las señales son cada vez más claras y podemos darles una explicación física, química o matemática, pero, qué acaso estas ciencias, no son en su conjunto, elementos creados por Dios, para mantener el equilibrio, y siempre han sido manipulados por el hombre para llegar al conocimiento de la esencia de la vida, no para conocer al Creador, sino para darle vida a la ambiciosa serpiente que nos ha acompañado desde los tiempos de Adán (hasta aquí el artículo citado).

En estos momentos, en los que nos encontramos prácticamente sitiados por una pandemia, muchos estaremos en la incertidumbre de si en algún momento podríamos recuperar nuestro espacio vital, con la seguridad de no vernos infectados por el virus y desarrollar la enfermedad, o si estaremos en condiciones de una transformación social, que no solamente nos hará cambiar de hábitos para sobrevivir, sino que vaya a requerir de una adaptación antropomórfica, que sea el preludio de una nueva especie.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com.