He conocido espacios pequeños, ignorados por todos, lejanos a la vista humana; no los hubiera conocido si no hubiese tenido la necesidad de estar en alguno de ellos; siempre supe que lo que me llevaba a estar ahí, era la oportunidad que me ofrecían para encontrarme conmigo mismo; nadie me buscaría, nadie me encontraría, y por lo tanto, tendría todo el tiempo del mundo para preguntarme lo que quisiera, sobre todo, aquello que sabiendo que existía en el lugar y en el tiempo ordinario, nunca habría de darme la oportunidad de detener mi prisa, para escuchar a mi mente y a mi cuerpo dialogar, sobre lo que no les parecía que era bueno para mí, que involuntariamente atraía de una manera inconsciente, y que lo permitía, a pesar del daño que me causaba, por considerarlo socialmente dentro de lo normal, sin someterlo a una análisis de consciencia.

He conocido espacios pequeños, donde resulta que la luz y el sonido, son el último lugar que abandonan, en la diferencia de saber lo que es el día de la noche, mientras que en el gran espacio comunal, todo parece estar contaminado por tanta luz y por tantos sonidos discordantes, que ocasionan una ceguera y una sordera paulatina, y que influye de manera irreversible en la calidad de vida de todo ser humano.

Ayer me refugié en uno de esos extraordinarios espacios pequeños, lo hice muy temprano, aún antes de que pudiera percibirse a plenitud la luz del día, para mi fortuna, era el único lugar donde el primer rayo del sol iniciaría la iluminación de los grandes espacios, y tuve la oportunidad de saber que en cada uno de nosotros, existe una gran fuente de energía que ilumina el mundo de los demás; ayer, dos de mis pequeños nietos quisieron vernos a su abuela y a mí, vernos tan cerca, que pudieran tener la tentación de poder tocar nuestros cuerpos, a pesar que su consciencia social se los prohibiera; ayer comprobé que el verdadero amor no sabe de tiempo, de espacio, mucho menos de distancias; comprobé que el amor siempre va delante de cada uno de nosotros, y que es tan poderoso, que no necesita haber contacto físico para expresarse; el verdadero amor te funde con todo aquello que amas, sabedor de que tiene más fuerza, que cualquier elemento disociador que existe sobre la faz de la tierra.

Hay espacios que percibimos como pequeños, pero son puertas de entrada al más maravilloso de los universos.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com