Tiempo quiero para detenerme a observar, a escuchar, a tocar, a oler, a saborear, a disfrutar las maravillas que nos ofrece la vida. ¿Por qué tenemos que vivir corriendo? ¿por qué tanta prisa? ¿Hacia dónde vamos? ¿Acaso no tenemos conciencia de lo que queremos? ¿En verdad no nos dejan disfrutar? o ¿somos nosotros mismos los que nos oponemos a hacer felices? Si tan sólo pudiéramos detener nuestra loca carrera.
No sé usted, mi estimado lector, pero en ocasiones me siento arrastrado por una corriente invisible que nos hace llegar agitados al trabajo, que nos hace trabajar en automático, que nos hace anhelar regresar cuanto antes al hogar, y cuando estamos ahí, algo nos empuja a comer tan de prisa que no masticamos adecuadamente los alimentos, y después de habernos atragantado y no habernos deleitado con su exquisito sabor, la verdad, no sentimos su temperatura y su textura, todo por las prisas.
Y qué podemos decir, cuando llega la noche y deseamos ir a la cama para descansar, generalmente tenemos tantas cosas pendientes en el hogar, que nos dan las 12 de la noche trajinando, hora en la que apenas nos preparamos para ir dormir. Y qué decir de esas perennes levantadas a las 5 de la mañana, sintiendo que nuestro cuerpo aún se encuentra tenso, debido a los esfuerzos realizados el día anterior; y del desayuno, aunque nutritivo, asemeja ser un platillo de comida rápida, de nuevo, las prisas por llegar temprano al trabajo nos hacen deglutir los alimentos sin masticar, y un par de horas antes, nos reclama nuestra digestión, mermando nuestra eficiencia y productividad.
Toda nuestra familia, igual, está inmersa en un tremendo desgaste físico y emocional, en la idea de tratar de sobrevivir, más que vivir y cuando llega a hacer crisis nuestra situación, surgen los mutuos reclamos y la búsqueda de culpables de nuestra acelerada forma de existir.
Sin duda, todo tiene una solución, pero para quitarnos el exceso de velocidad que está minando nuestra salud, necesitamos concientizarnos de que debemos de trabajar todos en la solución, y concientizar a nuestras autoridades para que escuchen todas nuestras propuestas, que de ser simples y económicas, también pueden ser efectivas, porque seguro que a nadie le tranquiliza el escuchar hablar todos los días de la danza de los miles de millones de pesos que circulan en nuestro país y no alcanzar para otorgar a la ciudadanía, el estado de bienestar que por ley le otorga la Constitución.

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