Sustancias que producen efectos sobre la mente; se adaptan a la fisiología humana; no son adictivas al no promover su consumo compulsivo ni inducir síndrome de abstinencia, provocan un estado extraordinario de la mente con fin terapéutico y desarrollo espiritual en contexto sensorial, simbólico, responsable, orquestado, programado. Gran variedad de estas sustancias se ha usado para inducir misticismo e incitar expresión de parámetros espirituales de la psique.
Producen aumento en la actividad de neuronas en la corteza prefrontal, unidad neuro-computacional del aprendizaje, memoria y control del estrés. Generan aumento del factor neurotrófico del cerebro ligado a procesos de plasticidad neuronal lo que acrecienta la habilidad para adaptarse a cambios o funcionar de otro modo en respuesta a la experiencia y el aprendizaje, modifica las rutas que conectan las neuronas y modulan correctivamente el sistema de circuitos implicado en pato-fisiología de desórdenes afectivos (ansiedad, depresión) y la personalidad (esquizofrenia)
Son estimadas por modificar la conciencia, dar paso a cambios en percepción, pensamiento, sentimiento y volición. Suscitan alucinaciones, visiones, éxtasis, disipación de los límites del constructo de sí mismo y experiencia intensa de unión con el mundo. Los chamanes son los que utilizan ese estado para actuar como intermediaros religiosos entre lo humano y lo sobrenatural.
No generan percepciones de la realidad, hacen manifiesta la imbricación unitaria mente-naturaleza, respuesta a la necesidad que tenemos de mejorar y ampliar la experiencia ordinaria de la vida. El antropólogo Donald Brown (1981), incluye el uso de técnicas y/o sustancias que alteran la conciencia o el humor y la música, como componente esencial de la cultura para resolución de conflictos. La propensión a su búsqueda y consumo; alcanza proporción de pandemia. ¿Cuál es el origen de este impulso universal? ¿Qué tan profundo en el pasado están sus raíces? ¿Por qué somos propensos al consumo? El ecosistema está repleto. La mayoría de las drogas, cafeína, nicotina, THC, psilocibina, son metabolitos secundarios (MS) de plantas y hongos. El MS actúa como recompensa (terapéutica, cognitiva), es parte de la “farmacia de la naturaleza”. Humanos y ancestros, al igual que los demás animales, estuvieron expuestos a los MS a través de su evolución. La enzima CYP450 provee evidencia de una profunda historia evolutiva de interretroacción y adaptación a toxinas y toxicantes de plantas y hongos que resultó en selección positiva del gen CYP2D, el cual produce enzimas que permiten metabolizar alucinógenos, opiáceos, anfetaminas y otras drogas. La evolución de los mamíferos está enmarañada con plantas, flores y hongos.
Humano y ancestros consumieron MS durante millones de años, son parte de la dinámica evolutiva y de acontecimientos socio-culturales ligados al proceso de hominización de hace 7-9 millones de años. Registros escritos y hallazgos indican su uso en Asia, Europa; Mesoamérica, Suramérica; y África. Los MS desarrollaron las sociedades teocráticas y el sacerdocio hace 50 mil años, forjaron el vínculo religión-medicina. Hoy los usan pueblos indígenas con fines mágicos, terapéuticos y religiosos.
La ciencia comprende su impacto que crea pensamientos positivos y emociones sanas curativas de enfermedades físicas dando paso a la psico-endoneuro-inmunología. Los MS curan adicción al alcohol y heroína. Mejoran la calidad de vida al aumentar la neuro plasticidad, son antidepresivos, ansiolíticos, anti adictivos, anti nociceptivos y antiestrés

Alucinógenos, la medicina reprimida
Sustancias que producen efectos sobre la mente; se adaptan a la fisiología humana