Ayer, como otras muchas ocasiones, me discipliné a los deseos de mi esposa cuando ella me propuso salir de mis rutinas, confieso, que mi primer impulso fue negativo, pero preferí callar y dejar que las cosas transcurrieran conforme a sus anhelos; los cambios deben de tener algo bueno me dije, y es que mis nietos Sebastián, Emiliano y Andrea, decidieron preparar una carne asada y tener como invitados a sus abuelos; además me dije, por primera vez no mancharé mis manos de carbón, ni estaré tan cerca del asador para impregnar mi ropa de los vapores característicos; pues bien, me senté cómodamente en una silla y a buena distancia los veía trabajar con verdadero empeño en su propósito; por su parte mi hija Kattia se esmeró en hacer una salsa especial en el molcajete y un delicioso guacamole, mientras que Andrea preparó junto a su abuela las quesadillas en tortillas de harina y de maíz, mientras yo seguía observando aquel ajetreo que en apariencia proyectaba un buen desenlace, más, pasaron los minutos y Sebastián luchaba ferozmente por poner a tono al carbón, pero su técnica no era la mejor, mientras Emiliano desesperado quería auxiliarlo, pero el orgullo de Sebastián no se lo permitió, desesperado Sebastián puso la carne sobre el asador aun cuando el carbón no estaba listo, después puso las quesadillas y unas tostadas, sabedor de que todos estábamos impacientes esperando una entrada antes de llegar el plato principal. De tanto esperar decidimos terminar con las botanas, en seguida Sebastián sacó del asador unos trozos de carne a medio coser y ahumada, con el hambre que traíamos intentamos comerla, pero se dificultaba, debido a su consistencia, por lo que no se podía distinguir el término de la misma.
Jamás podría descalificar el esfuerzo de mis nietos por atendernos, de tratar de agradarnos con sus buenas intenciones; total el acto de comer es igual, así se trate de estar en un lujoso restaurante o en la mesa familiar. Más tarde, cuando el carbón ya estuvo en su punto y colocó la segunda tanda, disfrutamos la deliciosa carne asada que nuestros adorados nietos nos ofrecieron; seguros de que lo que estaba en juego, no era la calidad de la comida, sino la oportunidad de compartir la experiencia con los nietos y sobre todo su buena disposición para estar con nosotros un par de horas, sin utilizar sus video juegos, que hoy por hoy, parece que nos están ganando la partida de una convivencia sana.

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