Cerré los ojos para pensar en algo hermoso, y de inmediato vino hacia mí corriendo con los pasos cortos, de sus piernas cortas, con los brazos abiertos y gritando a todo pulmón: ¡Abueeloo!
Cerré los ojos para escuchar más allá del lamento, que el dolor corporal puede provocar, y después de tocar tu cuerpo con suma delicadeza, en aquel lugar que despertaba la molestia, le pedí a Dios hiciera la molestia mía, y para poder sentir aquello que te dolía, y en aquel silencio, sin dolor y sufrimiento escuché mi nombre y yo te dije: ¡Madre!
Cerré mis ojos para no ver los errores que cometía, cuando mi egoísmo me lo impedía, cerré los ojos para verte a ti, olvidando que no lo merecía, pero buscando con afán la misericordia que emerge del amor divino que sientes por tus hijos, grité tu nombre: ¡Jesús!
Cerré los ojos tratando de justificar que mi lucha por ser feliz era válida sin contemplar que con ello llevaba la infelicidad a quien no lo merecía. Cerré los ojos para poder negarme a mí mismo, para dejarme clavar en el madero que por mi falta de humildad tampoco merecía, y una vez crucificado por la vida, te llamé: ¡Esposa mía!
Cerré los ojos a todo aquello que me impedía llegar a ti sin sentirme un miserable, se me olvidaba mi Señor, que sólo tú tienes el poder de perdonar y el poder sanar a las almas más perdidas, empezando por la mía y pude dejar partir a mis hermanos, a mis amigos.
Cerré los ojos para sentirme niño, queriendo conservar el alma inocente para poder llegar a Ti, para entrar por la puerta donde me recibirías y al verte, corrí presuroso con mis pasos cortos, de mis piernas cortas, con mis brazos abiertos, lleno de alegría, y te abracé cómo el niño que abraza a su padre , como hijo que busca a su madre, como el hermano que habría de callarse el amor anhelado; como el amigo sincero que siempre responde a tu llamado; como el esposo amoroso que un día el viento alejó de tu lado; como el padre que temeroso que no sabe como cuidar a sus hijos; como el abuelo sensible que espera ansioso la llegada del nieto para sentir el abrazo… el abrazo de un ser tan amado que conjuga todas las cosas, y amoroso me pide que abra los ojos para verlo reflejado en todas las personas que siempre han estado a mi lado.
Dios es bueno, el hombre es bueno, no cerremos los ojos al amor que es bueno.

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