Los días se van deslizando rápidamente por el hilo delgado de la vida, el hombre no puede seguirles el paso a la misma velocidad, por buscar el equilibrio, por eso va caminando con temor para no caer y mantenerse dentro de una realidad, que le permita vivir sin tener que pensar que el hilo se pueda romper sin esperarlo, mucho menos sin desearlo.
Cuando se tiene cabal conciencia de todo lo que está pasando en el entorno, no se puede vivir confiando en el concepto de que “La vida es así”, porque antes, teníamos dentro de nuestras capacidades, aquella que se llamaba voluntad y podíamos escoger entre caminar por el hilo delgado o rodear, no importando que el trayecto fuera más largo, al fin, no parecía que tuviéramos prisa.
Hoy pareciera que la vida de cada quien no le pertenece, está en manos de las circunstancias creadas por los desatinos de otra gente, de los que pensaron sólo en ellos, de los ambiciosos sin medida, de los que tenían sólo como propósito en la vida, llegar tan alto sin importar cómo, sin la conciencia de que en aquel ascenso engañoso, más que perder su libertad o la vida, perderían el alma.
Todos vamos caminando, en ocasiones, pensando que sabemos a dónde vamos, pero sin la voluntad perdida, la verdad, es que sólo nos dirigimos a dónde nos lleva la inercia nociva, generada por la voracidad desmedida de quienes controlan todas las actividades vitales, para proveernos de lo que suelen llamar calidad de vida, somos pues, cada vez menos libres, menos felices, menos humanos.
Sebastián, mi nieto mayor está en estos momentos junto a mí, pero no está conmigo, su atención la roba uno de tantos juegos virtuales, no quiso acompañarme a encontrarnos con la realidad primaria, la que yo conocí de niño, de adolescente, incluso de adulto, su prioridad hoy es ese entretenimiento, donde se incentiva un tipo de creatividad muy diferente a la nuestra.
Aunque estoy de acuerdo que cada persona es diferente y que en estos momento vivimos cosas diferentes, el tiempo sigue siendo el mismo, y como abuelo, quisiera que se enterara de que hay una forma de vida más natural a la cual pertenecemos, hoy, mi nieto ha adquirido una destreza sorprendente para tolerar la violencia, para ver la brutalidad, las injusticias, la falta de equidad de una manera natural, hoy, a mi nieto, nada lo sorprende, pero algo le queda muy claro, tiene derecho a vivir su vida de la forma que a él más convenga, porque parece que las nuevas generaciones están exigiendo reformar todo, para poder adecuar las leyes a su conveniencia.

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