El tema me parece irresistible.
En el inicio de esta semana, el columnista de alcance nacional Raymundo Riva Palacio puso sobre la mesa en uno de sus trabajos el proyecto político, nunca reconocido pero de todos sabido, de Andrés Manuel López Obrador: trascender más allá de su mandato.
En realidad no es nada nuevo. Muchos presidentes mexicanos han acariciado en público y en privado esa ilusión, que es prolongar su control sobre los destinos del país. Para la mayoría quedó en eso: en sueño.
Sin embargo, vale la pena analizar “por encimita” lo que sucedió con ese deseo tan humano de seguir vigente, en donde tres casos resultan muestras evidentes: Plutarco Elías Calles, Carlos Salinas de Gortari y el propio mandatario actual, enrique peña nieto.
Elías calles ha sido el único que algo alcanzó a concretar, cuando de 1928 a 1934 logró controlar los cortos períodos de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz rubio y de Abelardo Rodríguez, hasta acabar expulsado de México en el primer año –1936– del Gobierno de Lázaro Cárdenas. Cortó espacio, pero lo saboreó.
El proyecto de salinas tenía como arranque cuatro sexenios básicos. Ni uno solo más logró sumar por el asesinato de Luis Donaldo Colosio y el surgimiento del ezln, sin contar el homicidio de José Francisco Ruiz Massieu.
A peña el sueño apenas le duró dos años, porque al empezar el segundo tercio de su mandato todo se fue al cuerno entre escándalos de corrupción, peleas internas de gabinete y la pavorosa inseguridad pública. Soñar le costó caro.
Hoy, de acuerdo al analista mencionado, ese proyecto transexenal será uno de los pilares del plan de gobierno de AMLO a través de un sistema social que recuerda al del PRONASOL salinista, aunque según Riva Palacio, más equipado.
Bueno, nadie puede quitarle al todavía presidente electo el derecho, como a sus antecesores, de soñar con la eternidad política y sólo encuentro una disparidad entre los políticos mencionados –todos de cuna priísta– y López Obrador. Quizás se escuche mal, pero la diferencia son las edades.
Calles, salinas y peña apostaron al futuro por su edad. Plutarco tenía 47 años cuando empezó su maximato; Salinas apenas 40 al arrancar su gobierno y Peña frisaba los 46 al protestar. Los tres veían un mundo amplio y color rosa porque planeaban ejercer el poder a trasmano por lo menos 20 o 24 años más y seguir aún en pleno uso de sus facultades.
¿y don Andrés Manuel?
Cumplirá el próximo 12 de diciembre 65 años y al terminar su sexenio tendría 71. Si lograra controlar la siguiente sucesión, al final de ese mandato arañaría los 80.
¿Vale la pena?… ¿no parece un proyecto tardío?
Bueno, la respuesta la tiene solamente él, aunque puedo aventurar una consecuencia.
El problema, en la óptica de su servidor, no estriba en lo que dure el poder de AMLO, sino en quienes le sucederían si por estrictos motivos biológicos ya no le fuera posible mantener el orden. No quiero caer en ningún paralelismo de lo sucedido por desgracia en otro país americano, sino sólo establecer el riesgo y sus posibles efectos.
Si me permite, mañana continuaré el tema, con lo que en mi disparatado magín podría ser uno de los objetivos de ese proyecto. Hasta luego…

¿Qué les pasa?
Coincido con la opinión generalizada de la decisión sin pies ni cabeza, de separar del cargo de cronista de Ciudad Victoria a Francisco Ramos Aguirre.
¿Quién le habló al oído al alcalde?
La pregunta se deriva de que nadie en su sano juicio creerá que fue consenso del cabildo. Eso es para ignorantes de cómo se maneja un ayuntamiento.
La verdad es que con el historiador Ramos Aguirre había llegado al municipio el primer cronista con rango intelectual apropiado para esa función. Su labor ha sido en el corto tiempo que le permitieron trabajar una de las más productivas para la capital tamaulipeca, demostrando que esos puestos son de vocación, no de favoritismos políticos.
Seguiremos esperando una explicación lógica.

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