Qué cosa graciosa es esa de los sueños, que sin querer tenerlos los tengo, y en ocasiones recuerdo con una claridad asombrosa, y otras veces, como si fueran una fotografía lejana y borrosa, pero quiero con ello entender, que son estos últimos, aquellos sueños de los que no quiero saber.
En ocasiones sueño que estoy en un plano maravilloso, donde no se si estoy en la tierra o en el cielo, pero de igual forma me parece estar en el paraíso, porque no sólo disfruto del escenario natural, de lo que imagino fue el regalo que Dios nos hizo y nos heredó a todos como hijos.
A veces sueño contigo, así como te soñaba antes de conocerte, cuando ya te idealizaba para sentirme vivo y consciente, y por ello daba gracias al Señor, por tenerte en mi corazón tan presente, y ya sólo esperaba el momento preciso para conocerte y amarte.
Soñaba… sí, que venías a mí con aquella naturalidad sorprendente, como queriendo que nadie más pudiera saber que lo hacías sólo para llamar mi atención, porque siendo aún de día, en tus ojos brillaba la luz de una noche cálida, que invitaba a expandir entre los dos la confianza, para que mi corazón se llenara de gozo, en la esperanza de volverte a ver algún día; y es que siendo de día como comento, en aquel silencio de paz tan asombroso que nos ofrecía el universo, se podían escuchar mis palabras ahogadas por el miedo de perderte antes de poderte contar el secreto de lo que Dios había dispuesto sólo para ti y para mí en aquel encuentro.
Qué misterios encierran los sueños, que sin querer temerles les temo, a veces despierto angustiado, porque pasabas a mi lado y te seguías de frente, haciéndome el hombre más desdichado, por eso hoy prefiero estar siempre despierto, para verte, sentirte y tenerte como siempre lo había deseado.

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