Algunos de mis nietos están capacitándonos a María Elena y a mí para adaptarnos a los nuevos juegos. María José me explicaba que realmente no son nuevos, pues prácticamente se trata de hacer lo mismo, por ejemplo: Nosotros le habíamos enseñado a jugar a los encantados, desde luego que con el paso del tiempo se nos olvidó alguno de los pasos, pero la idea era que ellos se divirtieran, seguramente algunas personas de nuestra generación lo recordarán mejor, pero he aquí una breve explicación: Se trata de que un grupo de niños echan a la suerte quién será portador del poder del encanto y éste, tendrá que perseguir al resto del grupo para tratar de tocarlos y pronunciar “encantado”, quedando de inmediato inmóvil, después continuaba la persecución del resto, hasta logar encantar al mayor número de jugadores en el menor tiempo posible. Como mis nietos, los más pequeños se quedaban bajo el resguardo de la abuela, y nuestro hogar es pequeño, lo modificamos diciendo que tenían que librar los obstáculos que encontraran por el camino, así es que a los adultos se nos complicaba cuando se metían debajo de la mesa del comedor o brincaban por encima de los muebles de la sala, lo mismo si llegaban hasta las habitaciones, pues brincaban sobre las camas.

Tanto mi esposa como yo, nos dábamos por vencidos y ellos siempre eran los ganadores. Lo mismo era el caso de otro juego en el que se trataba de pegarle la roña a otro de los participantes, y después éste, para sanar, tenía que tocar a otro para que se le pegara dicha plaga. Pues bien ahora con la pandemia, María José y José Manuel modificaron los juegos, de tal manera que los niños nos hablan por teléfono y nos avisan que vendrán a detenerse frente a la casa, desde su llegada los niños seleccionan como espacio para el juego el habitáculo de la camioneta de sus padres, que además trae vidrios polarizados; se pasan a la parte del frente y abren un poco la ventanilla, para decirnos que inicia el juego y yo tengo que correr alrededor del vehículo, para tratar de encantarlos pero con la vista, por lo que ellos tratan de ocultarse para no verme a los ojos; el resultado es lo mismo, los niños se emocionan y se ríen.

El juego de la roña también lo modificaron, y ahora, cuando pueden bajar del vehículo, y guardando la sana distancia, María José trata de pegarnos el coronavirus, cabe mencionar, que aunque los niños guardan las medidas preventivas recomendadas, yo no me dejo alcanzar, pero lo que es María Elena, con el pretexto de abrazar a sus nietos, se deja atrapar todas las veces, pero al término del juego viene el proceso de sanitización, para evitar la posibilidad de un contagio no deseado.

Así como nuestros nietos han encontrado una nueva forma de jugar, sólo le pido a Dios que nunca cambien la forma en que nos aman, porque aunque se puede amar en la distancia, no hay nada más estimulante que los besos y los abrazos para demostrarlo.

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