La solemnidad con que se conducen, el garbo y la distinción de los elementos del Colegio Militar durante la ceremonia del grito de independencia, nos hace pensar que en México hay dos ejércitos, y distan mucho uno del otro.
Todo lo que se refiere a la milicia es imponente: da gusto ver las formaciones como en el desfile militar y muchas otras acciones del glorioso Ejército Mexicano, y ver la forma en que participan, por ejemplo, en el socorro a la población con el plan DN III tan famoso que prodiga bienestar y apoyo inconmensurable.
Y luego vemos las noticias, al “otro” ejército mexicano, plagado de individuos temerosos de su integridad física al ser agredidos por turbas de delincuentes solapados hoy más que nunca por un régimen que permite esos abusos; elementos que llegan a tratar de poner orden y son desarmados, apedreados, golpeados y secuestrados, teniendo la orden de no utilizar sus armas, de no “agredir “a la población, prácticamente, dejarse violar por los infelices que no tienen idea de lo que es la ley, que roban combustibles, que asaltan en los pueblos, que rompen con todo lo que hay en sus paros y manifestaciones criminales y más.
Ese “otro” ejército que muestran los medios masivos de comunicación, como es la televisión y algunos diarios digitales, y donde se nota que no se tiene el mínimo respeto por quienes decidieron abrazar la profesión de salvaguardar a la población y sus instituciones, que han jurado lealtad al Ejecutivo y que son empleados para nada, porque siempre llegan a tratar de actuar, y son detenidos y golpeados, ninguneados y lastimados en su orgullo y su honor, olvidándose los mandos que ellos, cada uno de estos elementos tiene familia y puede ser la diferencia entre el cumplir con la orden de que haya paz en el país y no llegar más al hogar.
Pero el día 16 de cada septiembre, los utilizan para engalanar el desfile: bañaditos, todos bien formados y con formaciones y ritmos que encantan a la población, y que debieran seguir siendo el orgullo de todos como cuando éramos niños y admirábamos a los héroes de la patria, no como ahora, que les vemos en cada comunidad y les agredimos, les hacemos “perros del mal” y les gritamos “asesinos” entre otras linduras, porque los culpamos de intervenir -cuando se les ha permitido- para detener a desgraciados delincuentes y malandrines que han hecho que nuestro México sea una nación donde vivir es el milagro de cada día, donde conservar lo que tenemos es más un acto de gloria que una acción cotidiana.
Y nos preguntamos: ¿Dónde quedó el glorioso ejército mexicano? ¿Qué se ha hecho de él?
Debemos recuperar l respeto a nuestras instituciones, comenzando por el señor López Obrador que ha denostado todo lo que a éstas se refiere. Debemos incorporar en nuestros hijos el deseo de tener una nación poderosa y limpia, y que se pueda respetar a cada uno de los elementos que deben prodigar seguridad y paz, y exigir a éstos que hagan su trabajo y nos cumplan para poder resguardarlos.
Es tiempo de volver a creer en el ejército, la institución más noble y firme con que cuenta el Estado mexicano.
Ya no podemos permitirnos denostar a estos mexicanos que dejan la tranquilidad de sus casas para salvaguardarnos en inundaciones y fenómenos naturales, o que son enviados para tratar de que se conserve la calma y el buen vivir en el país tan conflictivo en que hemos convertido a México.
Llegó la hora de cuidar a nuestro glorioso ejército, y dejar de gritarles consignas ofensivas.
Si no tenemos respeto por ellos, difícilmente podremos tenerlo por otras cosas que necesitamos para recuperar, como dice López, la dignidad de una nación que ha navegado en la corrupción por años y un terrorismo que asusta. El jército es quien puede y debe darnos esa seguridad de no ser secuestrados, de poder transitar por el territorio nacional. El ejército debe ser el que salvaguarda la paz de todos nosotros, y no debemos temerle ni hacerlo menos.
Es la hora de dar su lugar al ejército, y demostrarnos que cada uno de sus miembros es digno de nuestra máxima admiración, porque se la ganan en cada una de sus acciones, sin duda alguna.

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