Para alguien que considera y se enorgullece de cuán lo bien que va el país y cuán felices somos los mexicanos bajo su liderazgo, López es un ser ajeno a la realidad. El rey del histrión, portador de paranoia, enfermedad del poder, presa de delirio de grandeza, lo hace compararse con Jesucristo, Juárez, Madero, y siendo así, sus enemigos son de la envergadura de los roles de teatro que desempeña, poderosos, conspiratorios; el mundo en su contra.
¿Cómo se osa y se atreve a cuestionar a quien anunció moralizar al país con su ascenso a la presidencia del país?, “la corrupción desaparecerá y la inseguridad se acabará, cuando los corruptos y los criminales vean que tienen un presidente honesto”. De risa absoluta al escucharlo, de lástima y de desgracia a un año de ser expresado.
La prensa, es una entidad vendida, que se atreve a criticarle, pues está al servicio de sus enemigos que los hace representar por los gobiernos anteriores. Ni siquiera la sociedad debe ni puede cuestionar la conducta juarista de austeridad republicana que López finge acatar, es una rebeldía a su mesías, a su redentor. Es traición a la Patria confrontar a quien es la reencarnación de sus figuras fundacionales. Para un ser que se atribuye cualidades míticas, para un semi dios, no existe la crítica razonada o el periodismo inquisitivo o la oposición legítima o la deliberación pública que caracteriza a todo régimen democrático. El menor asomo de resistencia es herejía; la pregunta más tímida en la mañanera, es atentado contra el Estado.
Comprensible entonces el estilo paranoide que permea su forma de hacer política. Lo que México debe delatar no es el acorralamiento de López por los enemigos del pasado, sino lo que busca López al diseminar un discurso distorsionado
Cuando López señala a los enemigos ficticios de su gobierno, distrae la atención de los enemigos reales de la democracia, cuando conjura a adversarios hipotéticos, lo hace para desviar la mirada de problemas reales. El crecimiento cero y la tasa de homicidios; los desabastos del sector salud y la inviabilidad de Santa Lucía y el aumento en las adjudicaciones directas y la corrupción de Bartlett desaparecen del debate público. Ese está dominado por las fábulas de alguien que prefiere usar su poder y su popularidad para enfrentarnos, en vez de unirnos.
A causa de sus tumbos, la credibilidad de López cae rápidamente y aparece la típica falta de respeto mexicana, única mecánica que conocemos para el desquite. El más reciente escándalo y más severo escarnio se produjo en un concierto de la banda “El Tri”, donde Alex Lora invitó a sus seguidores a mandar un saludo al presidente.
La multitud festiva repitió hasta en tres ocasiones la hoy censurada expresión homofóbica de cuatro palabras,” saludó a López en las redes sociales.
En el aeropuerto capitalino, el piloto del avión comercial que llevaría a López a Mérida, le recomendó por altavoz que reconsidere la construcción de NAIM de Texcoco, lo que provocó un estallido de júbilo de los pasajeros, quienes prodigaron aplausos y vivas al piloto, mientras López perdió el control al escuchar gritos por lo bajo de, “¡fuera, fuera!”. Los testimonios dan cuenta que la furia que invadió a López y que evadió al público al salir del avión.
En Mérida, López es interceptado por la maestra Luisa Salgado, quien le increpó y le pidió explicación sobre el estancamiento económico. ¿Cómo está esto del cero crecimiento?, la economía no está creciendo, haga su trabajo”, y aplausos a quien cuestiona a López, y para López, “fuera, fuera”. La preferencia ciudadana de López ha perdido casi 30 puntos, está debajo de 60%, no hay impacto pues los mexicanos somos permisivos. En países de Centroamérica, supuestamente atrasados, los ciudadanos ya estarían pidiendo de manera organizada la cabeza de López ante sus constantes desatinos en la presidencia. Un supuesto buen candidato más, que resulta un fiasco al asumir su puesto de elección, es una historia que en México tiende a la cronicidad.