Y entró como un luminoso rayo de luz, venido de la nada al despuntar el día, y tocó mi cuerpo, antes de tocar la cama, al entrar sigilosamente por la libertad de la transparencia que le ofreció la claridad de la ventana; y al contacto con mi piel, el calor que emana de su fino tacto, me despertó del sueño aquel, el del penoso caminar por el desierto, en el que mi espíritu fue tentado por el mal que me acechaba; y pensando el enemigo infiel, que por estar sediento y muy cansado, sería fácilmente derrotado, al creerme por Dios abandonado, equivocado estaba, al no contar con fuerza de la fe, que por amor a Dios siempre he conservado, porque el Señor me hace sentir vivo, pleno y muy amado.

En éste nuevo despertar con alegría, ven mis ojos la verdad del día a día, ven en todo el milagro de la vida y no la dificultad para vivirla, escucho la maravillosa sintonía de los acordes con que se desplaza la mañana, siento y hago mío el romanticismo vespertino, para preparar la cama, con la ilusión de disfrutar la dulce pasión de sentirme unido, a un cuerpo, que sin ser el mío, me acompaña en el loco desvarío, de sentir el sutil influjo de estar enamorado, cuando la flama de los dos se funde en una sola, para mitigar el frío.

Mas, no quiero saber de la maraña sin sentido, que a base de intrigas y conflictos, busca con malicia y mala maña, romper la armonía del sentido y la razón, de quienes como yo, saben amar sin condición, aunque haya caos y confusión en un corazón arrepentido.

Perdona mi Señor el sentirme por ti tan amado y consentido, merecerlo sólo podría, si tú siempre estás conmigo, y con humildad te pido, perdones mis debilidades y quebrantos, producto de mi locura y desvarío.

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