Difícil resulta para los padres tomar de la mano a sus hijos varones, primero, porque al buscar el mejor camino para guiarlos en la vida, ellos insisten en tomar atajos y segundo, porque pareciera que su estatus como varones inevitable los condiciona a tomar la iniciativa en la búsqueda de sí mismos para enfrentar todos los retos que les depara la vida, de tal manera, que la consejería de sus progenitores con el fin de protegeros les resulta inaceptable.

Definitivamente estoy de acuerdo en que los hijos varones  encuentren por sí mismo la solución para resolver situaciones que los haga reflexionar sobre la validez de los argumentos que los padres les ofrecemos como auxiliares preventivos de daños innecesarios, pero, está visto, que entre más insistamos en que observen las cosas con el detalle que les pedimos, ellos toman mayor distancia, incluso, en algunos casos tanta, que las relaciones entre padre e hijos llegan a erosionarse un poco.

Continuando con la serie de “Lo que nunca te dije”, pienso que si mi único hijo varón tuviera algo que decirme sería lo siguiente: Papá definitivamente me resulta difícil tratar algunos asuntos de importancia contigo, pues me da la impresión de que piensas que no soy capaz de llevar el timón de mi vida, y si bien para algunas otras personas les resulta imprescindible la opinión del padre para decidir sobre lo que es bueno o malo, te aseguro que yo tengo muy claro ese tipo de asuntos, además , será por el hecho de que no me agrada que me digan lo que tengo que hacer, tus consejos los percibo como un abuso de autoridad y la verdad deberías entender que ya no soy un niño. Siempre me he sentido en desventaja comparado con mis hermanas, porque veo que tanto tu como mi madre les pone más atención a ellas y a sus hijos, en cambio, que a mi persona y a mis hijos; “celos” dirías tú, tal vez lo sean, pero si mi percepción no fuera esa no tendría por qué recelar de dicha apreciación, tal vez no has notado que algo que siempre me ha incomodado es que desde niño tratabas de impulsar mi superación a base de promesas y cuando tenía algún logro para darte gusto, en lugar de cumplirlas, me ponías otra meta aún más ambiciosa, esa situación me desanimó al grado de poner límites a la influencia que tenías sobre mí, de ahí que en mi adolescencia empecé a tomar mis propias decisiones, desde luego que algunas no fueron acertadas, pero, eso me ha hecho sentir libre; algo quemo te he dicho también es el hecho de que independientemente de lo dicho anteriormente, es que te sigo amando y te pediría que no me juzgues mal y tengas confianza en mí. Amado hijo, si algo le pedí a Dios cuando tu madre y yo decidimos tener familia fue que el primero de mis hijos fuera varón, tenía ese gran anhelo, porqué me había propuesto ser el mejor padre para ti, reflejando tal vez todo aquello que a mí me hubiera gustado tener de mi padre y que sin juzgarlo por no darme lo que creía que necesitaba para ser feliz, me condujo a un incipiente estado depresivo en mi infancia; de hecho, me casé joven para tener el tiempo suficiente de hacer mi mejor papel como padre, más las circunstancias de superación académica y laboral me llevaron involuntariamente a tener ausencias en la vida de todos ustedes, ausencias que me han dolido tanto, porque perdí muchos momentos importantes en la vida de ustedes. Hemos pasado juntos situaciones buenas y otras no tan buenas, pero todas nos han dejado una buena enseñanza que me hizo comprobar que la siguiente cita bíblica es totalmente cierta: “El amor es sufrido; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:4-8).

enfoque_sbc@hotmail.com