Pues sí, cuando se ama de verdad, todo se perdona, más, el amor no resulta ser ciego, pues nos permite conservar la capacidad de recuperar la razón, y cuando el amor está sazonado con la obsesión, se puede confundir con el querer, y el querer conlleva el deseo de poseer, y cuando sólo se desea poseer y no se ama, se despoja de la libertad al que se sujeta, sólo para satisfacer sus deseos y demostrar su poder.

Me preguntaban si en algún momento de la vida familiar. la autoridad que ejercen los padres sobre los hijos, podría poner en duda  el amor de estos por su prole; bueno, en ese momento contesté que se requiere de tener madurez intelectual de todas las partes, para poder asimilar la verdadera traducción del principio de autoridad de los progenitores, que si bien es cierto que aman a sus hijos, se ven en la necesidad de incluir en su educación informal, las primicias de los valores para proporcionarles herramientas y poder discernir entre lo bueno y lo malo; sin duda, los hijos percibirán de manera diferente los propósitos de sus padres, esto, si encuentran diferencias ente el padre y la madre en los conceptos de cómo educar a sus hijos.

Sin duda en mi etapa infantil, yo tuve muchas dudas sobre a quién darle la razón sobre alguna situación en particular, por ejemplo, mi madre siempre me decía que debería andar presentable para atender cualquier aspecto que requiriera mi participación fuera del hogar, pero mi padre podía llegar de improviso y me decía: acompáñame voy con unos amigos, entonces yo titubeaba, pues no estaba presentable, así es que mi padre sólo me decía: ponte los zapatos y la camisa y vámonos, o te quedas. ¿Quién tenía la razón? La verdad nunca lo supe en esa etapa, después fui comprendiendo las cosas y permitiéndome hacer mis propios juicios sobre el ejercicio de esa autoridad.

Estando cerca el día del padre, y dando continuidad a la idea de mi nieta María, me pregunté qué cosas nunca me dijo María Elena, mi segunda hija, y he aquí la probable respuesta de ella: Padre, algo que siempre te agradeceré es el hecho de fomentar en mí el derecho a tomar mis propias decisiones,  si bien es cierto que de niña me marcabas el alto cuando se evidenciaba mi carácter proactivo, si las cosas no venían a mí, yo iba por las cosas; tú siempre estuviste atento a los pasos que daba, más cuando no estabas presente, y te avisaban que me había caído al subir de una barda, o que me había caído del triciclo, o que había llorado mucho porque los extrañaba a ti y a mi mamá, cuando por motivos laborales tenían que ausentarse, siempre llegabas en el momento oportuno para estar cerca de mí y hacer de aquel retardo involuntario sólo un recuerdo. Aunque tus abrazos y besos tenían la misma intensidad de amor y de cariño, te diré que no pude evitar tener un poco de celos de mi hermana Katy, y después de mi hermano Cristian, porque me encontraba en medio de un gran dilema emocional, por un lado una hermana muy talentosa, y por otro, el hijo varón que tanto anhelaste; no niego que tuve mucho que esforzarme para sentirme en una “competencia” pareja, tú querías una reina de belleza y tuviste una, tú querías un médico en la familia y tú sabes que me esforcé, pero Dios tenía destinado para mí otro camino, por eso, cuando renuncié a ese propósito, no recibí ninguna presión de tu parte cuando decidí cambiar de carrera, por que  como bien dices “Si el amor es privado de la libertad, pierde su esencia divina” Papá sé que te preocupas por mí, sobre todo porque siempre has querido que sea feliz, y aunque no lo parezca lo soy, porque sembraste en mí los mejores valores, de ahí que nunca haría nada que rompiera la ilusión y llenara de amargura a mis hijos.

Maye, amada y tenaz hija, la más liberal de todos, eres y serás siempre un buen ser humano, eres bondadosa, solidaria, noble, eres, sin tener un título, el médico que deseaba que fueras, pues sabes curar a todo aquél que recurre a ti para pedirte auxilio, y no renuncias en ayudar a aquellos que, pareciendo no necesitarte, quisieran gritar a los cuatro vientos lo mucho que te necesitan y reconocen calladamente tu calidad humana. Ten paciencia, que Dios siempre estará contigo para ayudarte cuando piensas que estás sola, sigue amando y perdónate y perdona a los que parece que te ofenden, escucha sus necesidades y hazlas tuyas, para que puedas trascender a otro plano. Tú has regresado a mí, en la persona de María José, quien es igual de hermosa e inquieta, y sin duda, destacará en todo lo que se proponga.

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