Hace unas semanas, en la búsqueda de una obra interesante sobre análisis histórico o estudio político relevante, me encontré con un libro titulado “La República de Weimar” del autor Jacobo Dayan. En la introducción habla de la Alemania de los años veinte y principios de los treinta y se afirma: “cuando una democracia entra en crisis suelen compararla con Weimar”. Además, llamó mi atención que menciona una cita de Platón que dice: “Cualquier alteración en los modos de la música va siempre seguida de la alteración en las leyes más fundamentales del Estado”. Platón utiliza la música metafóricamente para explicar cómo los cambios en la cultura y las normas sociales pueden tener profundas repercusiones en la estructura y las leyes del Estado. Esto nos recuerda que la cultura y las leyes están esencialmente vinculadas, enfatizando que los cambios en una afectan invariablemente a la otra, por lo que es fundamental mantener una conexión y un equilibrio constante entre los valores de una sociedad y sus leyes fundamentales.

Analicemos lo que sucedió en la República de Weimar que hizo posible el surgimiento de un movimiento nacionalista de extrema derecha, y logró tomar el control total de su sistema democrático.

Históricamente, la República de Weimar adoptó una constitución democrática en 1919, redactada en la ciudad de Weimar, de donde proviene su nombre. Este nuevo gobierno se conformó como un sistema democrático parlamentario, compuesto por un presidente, un canciller y un parlamento (Reichstag).

Con la firma del Tratado de Versalles en junio de 1919, se impusieron estrictas reparaciones de guerra a Alemania, enfrentando serias afectaciones en los ámbitos económico, político y social.  El país sufrió enfrentamientos entre grupos extremistas y varios intentos de golpe de estado. El Parlamento implementó una serie de reformas sociales y laborales para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, ya que la población atravesaba por una severa devaluación monetaria. La inestabilidad por la que atravesaba la República de Weimar permitió que surgieran ideologías extremas que prometían soluciones al pueblo alemán, con numerosos partidos políticos, fragmentando aún más el panorama.

Entre 1924 y 1928, Alemania vivió una prosperidad económica gradual gracias al “Plan Dawes”, estabilizando la economía y mejorando las relaciones internacionales. Sin embargo, en 1929, la Gran Depresión devastó la economía, causando un desempleo masivo y un profundo descontento social. Este clima de descontento favoreció al Partido Nazi, que, ofertando grandes promesas, se convirtió en la segunda fuerza política del Parlamento (Reichstag) en 1930.

Aunque el presidente Paul von Hindenburg fue reelegido en 1932, en las elecciones parlamentarias de julio de ese año, el Partido Nazi, si bien, obtuvo un mayor número de escaños, quedó en segundo lugar en las preferencias. El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller de Alemania por Hindenburg. Pero en febrero, el incendio del Reichstag que se acreditó en forma dudosa a la izquierda desencadenó la expedición del “Decreto del Incendio del Reichstag”, suspendiendo las libertades civiles de la población. En marzo, la “Ley Habilitante” otorgó facultades dictatoriales a Hitler, permitiéndole gobernar sin el parlamento, consolidando así la dictadura nacionalista de extrema derecha con el Partido Nazi como único partido legal.

Durante la República de Weimar, el sistema de justicia perdió credibilidad al proteger los intereses de la extrema derecha y ser avasalladora con la izquierda, y otros grupos, facilitando la aceptación de figuras autoritarias. La policía, debilitada y politizada, carecía de coordinación, y las fuerzas armadas, se abstuvieron de intervenir, lo que limitó su efectividad, para reestablecer el estado de derecho. La violencia se manifestaba en huelgas, en la apropiación de edificios y enfrentamientos armados entre los Freikorps y comunistas, causando numerosos fallecidos y un ambiente de inseguridad. En el ámbito cultural, la inestabilidad política y social llevó a la censura de obras musicales, teatro y cine. El movimiento nacionalista utilizó la propaganda, los medios de comunicación y la educación para introducir su ideología, promoviendo la cultura germánica y redefiniendo símbolos culturales para consolidar su poder.

La vulnerabilidad de la población en la República de Weimar estableció las condiciones para una modificación tanto en la cultura alemana, su retórica social y las leyes, quedando el partido nazi como el único partido dominante. El régimen nazi tomó acciones decisivas: se apoderaron de las instituciones, manipularon el sistema democrático, se ganó el respaldo de “elites y sectores” importantes de la sociedad, suspendieron derechos y libertades, y, muy importante, unificaron las fuerzas policiales bajo el control militar. La inestabilidad política, la gran depresión, el desempleo masivo y las luchas internas, sumados a la falta de atención a la democracia, permitieron a los nazis consolidar su poder.

La pequeña minoría que intentó salvar la República de Weimar no tuvo éxito. A pesar de los esfuerzos de algunos escritores y periodistas que advirtieron sobre las consecuencias de la victoria del Partido Nazi, estos intentos no fueron lo suficientemente fuertes. Entonces se hizo valida la frase: “en tiempos convulsos, la indiferencia puede ser vista como una forma de complicidad”. Eventualmente, esto culminó en la Segunda Guerra Mundial, con consecuencias devastadoras, incluyendo la muerte de más de 6 millones de alemanes.

En suma, la sociedad alemana, engañada y en busca de un mejor gobierno, sacrificó su sistema democrático, facilitando el colapso de la República de Weimar y optando por una Alemania nazi. Es a través de lecturas como esta y muchas otras que comprendemos la importancia de conocer la historia. Como bien decía Cicerón, “La historia es la guía de la vida.”