Todos en la vida hemos dejado de hacer algo que teníamos el deseo de realizar, algo que en verdad nace del corazón y que no llevaba implícito el verbo deber, porque en muchas ocasiones es la obligatoriedad la que inhibe la acción.
Yo no he dejado de hacer una cosa, sino muchas cosas que en realidad me nacen de corazón, pero que por razones propias de la idiosincrasia, me he tenido que reservar, en la esperanza de que algún día se desaten tantos nudos sociales que se establecieron, debido al autoritarismo ejercido por aquellos que ostentaron y ostentan un poder que ha estado y está por encima de otros. Aclaro que estoy hablando de un poder terrenal y con ello se explica en todo su evidente imperfección; no del poder que emana del Creador cuya fuerza radica en las bondades del amor y del perdón, que redime, renueva, resucita y promueve a una vida nueva y por ello es ajeno a la fuerza bruta que esclaviza, que subyuga y que aniquila al prójimo.
De las cosas que he dejado de hacer, cuando no escucho al corazón por atender a la razón y que me ubican como un ser humano “inteligente” porque puedo eludir una responsabilidad, o que me impulsa a simular una buena actitud y que me convierte por ello, en un maestro en el arte de engañar, siempre me arrepiento antes de esa infamia practicar, porque al final resultó ser el primero en afectar.
De las cosas buenas que por hacer me he tenido que guardar, de las que más me arrepiento, son aquellas del amor que he podido derramar a todo aquél que me ha entregado el corazón y que por estar juzgando con razón propia a lo social he tenido dolorosamente que renunciar.
Mas a pesar de la tristeza que puede a mi ser ensombrecer, es más la luz que procede del Sagrado Corazón de Jesús el salvador y entonces se extravía la razón ante el magnánimo poder de la pureza de su amor.
Todos en la vida hemos dejado de hacer algo que teníamos el deseo de realizar, si tu razón te lo permite, dale una oportunidad al corazón, para que en ello puedas encontrar el amor y así, poderte perdonar por todo lo que no has podido dar y atesoraste por tu egoísmo material.
Ahora quiero darte a ti, lo que siempre quise, una buena razón para cambiar y competir el verdadero poder que emana del amor del Creador.
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