Mi pensamiento se traslada a lo que sucedía en Atenas hace dos mil quinientos años, en un gimnasio donde no solo se ejercitaba el cuerpo, sino también el intelecto. Allí se encontraba “El Liceo”, la escuela filosófica fundada por Aristóteles. Era el lugar donde él y sus discípulos se reunían para filosofar. Presentaban una gran variedad de temas sobre la mesa: el estudio del mundo natural, la política, la lógica, la retórica, el teatro y mucho más. Los discutían con profundidad para llegar a “una verdad”. Aquellos que se reunían en ese lugar estaban ansiosos por investigar y sentían un profundo deseo de expresar “la vida desde su mente”.

¿Qué tipo de institución era El Liceo? No se trataba precisamente de una institución educativa en el sentido moderno. Más bien, se dice que fue un centro de enseñanza compuesto por un grupo selecto de estudiantes con ideas afines, todos compartiendo su pasión por el conocimiento y la indagación. Era una comunidad de eruditos, encabezada por Aristóteles, dedicados en gran medida al análisis y al pensamiento profundo.

Aristóteles nació en el año 384 a.C. en Estagira, una ciudad al norte de Grecia. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte del rey Amintas III de Macedonia, el abuelo de Alejandro Magno. De ahí proviene el nombre de una de sus obras más conocidas, la “Ética a Nicómaco” o “Ética Nicomáquea”. Años más tarde, Aristóteles se convertiría en el tutor de Alejandro, quien llegaría a ser conocido como Alejandro “El Grande”.

Somos curiosos por naturaleza porque necesitamos entender el mundo que nos rodea. La innata curiosidad de Aristóteles y su capacidad para abordar una extensa diversidad de contenidos lo impulsaba contantemente a la reflexión. Además, le encantaba escribir. Su maestro, Platón, lo apodó “la mente” por su gran intelecto y su insaciable hambre de conocimiento.

Aparte de los apuntes que preparaba para sus lecciones de filosofía, se cree que Aristóteles escribió alrededor de 200 obras, aunque solo 31 de ellas han sobrevivido hasta nuestros días. Su legado literario fue heredado a su discípulo Teofrasto, y éste se la dejo a su alumno Neleo, quien a su vez los cedió a un pariente que no se mostraba interesado en la filosofía.

Es sabido que los escritos de Aristóteles fueron resguardados, y, un siglo después, fueron vendidos por los descendientes de Neleo a un coleccionista llamado Apelicon de Teos, quien se encargó de copiar y restaurar lo dañado, lo que inevitablemente introdujo alteraciones en el proceso. Tras la muerte de Apelicon, se comenta que el General Romano Sila llevó los textos a Roma, donde fueron nuevamente copiados, traducidos y publicados.

Con el tiempo, los escritos de Aristóteles fueron traducidos a varios idiomas, se integraron a los planes de estudio filosóficos de la antigüedad tardía, siendo comentados y utilizados por diferentes filósofos en sus lecciones al impartir clase, o bien, agregados a sus libros.

A mediados del siglo XIII, gran parte de las obras de Aristóteles estaban disponibles en las Universidades de Paris y Oxford; sin embargo, causaron cierta polémica debido a que se contraponían con las enseñanzas cristianas. Algunas autoridades Universitarias tomaron un camino conciliador y procuraron fusionar la filosofía aristotélica con la teología cristiana, el más famoso fue Tomas de Aquino quien intentó conciliar dicha corriente filosófica con la doctrina cristiana.

Durante el renacimiento italiano, los “nuevos humanistas” intentaron de cierta forma rechazar la cultura de la “edad media” y retomaron los conocimientos de la antigüedad, esto ocasionó que algunos estudiosos entraran en conflicto respecto al “pensamiento aristotélico”. De tal manera que, cierto grupo optó por reducir la veneración que le habían profesado los filósofos escolásticos del medievo. Otros tomaron un punto de vista diferente, cuestionaron la versión medieval del “pensamiento aristotélico” remontándose a las fuentes antiguas. Esto implicó que varios eruditos prefirieron traducir de nuevo a Aristóteles al latín, enfocándose a los aspectos humanistas de sus obras tales como política, retórica y poética dejando de lado los temas sobre lógica y metafísica. Se menciona que un gran erudito e impresor de la época, Aldo Manucio, que vivía en Venecia a finales del siglo XV, desempeñó un papel crucial al imprimir todas las obras de Aristóteles en griego.

El problema con las opiniones de Aristóteles no radica en sus textos, sino en cómo cada persona interpreta sus ideas. A lo largo de la historia opiniones de célebres estudiosos como Francis Bacon, Alessandro Piccolomini y Galileo Galilei subrayaron la importancia de cuestionar y avanzar en las ideas más allá de las enseñanzas aristotélicas. Por mencionar, en época más reciente, Charles Darwin, después de recibir una traducción reciente de la obra de Aristóteles “Partes de animales”, quedó profundamente impresionado por las observaciones biológicas de Aristóteles.

Podemos notar una diferencia en las formas de interpretar los escritos de Aristóteles. Por un lado, está el enfoque del aristotelismo dogmático, que a menudo se interpreta como un pensamiento único y rígido. Por otro parte, existe una interpretación que destaca el compromiso de Aristóteles con la indagación y la observación en aras de la búsqueda del conocimiento. Lo sugerido es canalizar nuestra curiosidad humana de la manera que mejor contribuya a nuestro intelecto y desarrollo personal.

¿Cuáles de las opiniones de Aristóteles que considero relevantes es importante mencionar?

En principio, el concepto de ‘zoon politikon’, que describe a los seres humanos como criaturas sociales capaz de desarrollarse políticamente. Este enfoque reconoce que, por naturaleza, los humanos tienden a vivir en comunidades que eventualmente evolucionan hasta convertirse en ciudades-estado, ya que proporcionan la mejor opción para el bienestar y la seguridad de las personas.

Luego, el pensamiento que expone sobre la “participación ciudadana” siempre ha sido trascendental y sigue siéndolo hoy en día. Es vital que nosotros, como ciudadanos, estemos activamente involucrados en la vida política, ya que esto constituye un pilar fundamental de la democracia. La esencia misma de la política radica en la búsqueda del bien común, y esto solo se puede lograr si promovemos una participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones.

También, lo referente a las clases sociales, Aristóteles consideraba la clase media como pieza fundamental para la estabilidad y justicia en una sociedad. En su obra “Política” analiza que una “clase media” puede actuar como un equilibrio entre una clase demasiado privilegiada y otra excesivamente desazonada. La clase media es la menos propensa a la corrupción y el resentimiento y la convierte en un pilar crucial para una polis (ciudad-estado) estable y bien gobernada.

Finalmente, ¿Qué debemos hacer para tener una buena vida? La vida es un proceso, son actividades que realizamos, no es una forma ideal de bienestar que una vez alcanzado hará que todo vaya bien por siempre. La existencia del ser es un proceso continuo y en constante cambio, no algo estático, es un camino largo que abarca desde el nacimiento hasta la muerte, donde debemos aprender primero a conocernos a nosotros mismos y después a entender al mundo.

Nuestra “esencia” o nuestra “permanencia subyacente” se mantiene porque es el alma racional la que nos distingue de otros seres vivos; incluso, si nuestras emociones se encuentren en constante cambio, no perdamos el deseo de descubrir, de analizar, de cuestionarnos y conocer la vida “desde nuestra mente”. Tal como decía el Filósofo Estagirita: “Es de naturaleza del alma conocer; pero, uno puede conocer y ser ignorante al mismo tiempo.”