“Se puede criticar, pero también defender al gobierno, sin llegar a la tibieza ni al fanatismo”; escribió el abogado Juan Jesús Garza para el periódico Reforma hace días.
Se puede (criticar) y se debe criticar, agregaría yo, y sí, sin tibieza y sin fanatismo, creo que reconocer algo que así lo amerita, suma a la democracia. Y es el caso de hoy en este siempre crítico espacio de opinión.

De convicción estimo, que en el tema de seguridad, resultan innegables los esfuerzos que en la materia lleva a cabo el Gobierno del Estado.

Y no, no escapan de mi óptica los hechos de violencia que siguen suscitándose, ni las estadísticas que dictan incrementos en algunos delitos, como no escapan tampoco las posturas de las mesas ciudadanas de seguridad y justicia que sostienen que no hay mejoría; pero, tampoco pueden escatimarse los datos que indican que salimos ya de ser de los estados más peligrosos de la república, ni pueden hacerse menos los números que refieren que van a la baja otros delitos y, más importante: tampoco tiro por la borda los repetitivos comentarios que recojo de muchos ciudadanos que como yo, viajan con regularidad en carretera por trabajo, y que coinciden conmigo en que la percepción de seguridad y la seguridad misma han mejorado mucho en los últimos veinticuatro meses.

Leí la semana pasada que son ya 400 patrullas las que ha entregado el Gobierno del Estado a la Policía Estatal en tan solo dos años; para mí es una realidad: las carreteras se sienten vigiladas, y hay incluso más patrullas estatales en carreteras que propios federales de caminos. Quienes las transitan con regularidad no me dejarán mentir.

Sin que esto garantice -claro está- que no pasará ningún evento de inseguridad, por supuesto que los hay, pero me atrevo a decir que ahora son caso de excepción.

En otras palabras: Se rescataron las carreteras de Tamaulipas. ¿Después de, cuántos años…? Esas carreteras son de los tamaulipecos otra vez.

Y es que sin ánimos comparativos, en un pasado no muy lejano, y Ustedes coincidirán conmigo, la sensación de inseguridad prevalecía siempre, puesto que la corrupción y la impunidad que imperaban y que se traducían en indolencia e insensibilidad política, llevó incluso a los gobiernos de Hernández Flores y de Torre Cantú a desaprovechar una inicial inversión pública federal de 286 millones de pesos que había sido destinada para la construcción de un nuevo penal en Victoria, y hoy, tal parece que se pretende revertir esto, ahora sí con un nuevo penal y, además, con fuerte inversión en unidades de inteligencia financiera y herramientas tecnológicas… En fin.

Sin duda, en los últimos 15 años la inseguridad en Tamaulipas ha sido el principal enemigo de nuestro Estado: enemigo de la inversión, enemigo de la tranquilidad, del desarrollo y del bienestar de nosotros los tamaulipecos, y aunque desde mi punto de vista estamos todavía lejos de conseguir la paz que tanto anhelamos, sin tibieza ni fanatismo lo digo: el Gobernador García Cabeza de Vaca ha demostrado voluntad política y valentía para enfrentar el tema, aunque la sociedad espera siempre mejores resultados.