“No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente…”

Virginia Woolf

 

Si me permite, expondré en estas líneas un botón de muestra de la vieja –y a veces divertida– política tamaulipeca, que como suele suceder, vuelve a encontrar vigencia al paso del tiempo.

Es una anécdota, cierta o no, que todavía a estas alturas es narrada por algunos contemporáneos de Enrique Cárdenas Gonzalez, registrada cuando se desempeñaba como Gobernador del Estado.

El pasaje pinta de cuerpo entero a don Enrique, como se le llamaba con respeto tras finalizar su mandato y tuvo lugar, cuentan, en el Palacio de Gobierno.

En medio de una reunión de trabajo, siempre de acuerdo a la versión, uno de los que en ese tiempo eran directores generales –la figura de secretarios la creó en Tamaulipas Emilio Martínez Manautou en evocación de su sueño truncado de ser presidente– se quejaba con el jefe del Ejecutivo de la prensa:

“Ya no aguanto a los periódicos jefe”, decía el subalterno, “todos los días me sacan algo en contra”.

Don Enrique alzó la mirada y le preguntó: ¿A ti te molesta lo que sacan los periódicos?

Sí, mucho, contestó el compungido funcionario, quien recibió una tan inmediata como pintoresca respuesta:

¡Pues no los leas cab…!

¿Qué tiene que ver lo señalado con la actual política?

Bueno, quizás este metiendo con calzador ese pasaje en lo que está pasando en México con la malquerida y polémica Ley de Telecomunicaciones que impulsa el gobierno federal y a la que tanto aprecio parecen tener los legisladores de la fracción morenista en el Congreso de la Unión, pero si lo vemos con unas gotas de humor, podría aminorar los estragos que la crítica hace en la moral, trayectoria y puede ser que hasta negocios, de quienes apoyan esa normatividad para controlar, así sea en forma maquillada, a ese género informativo.

Si tanto les molesta lo que se maneja en redes sociales –que de benditas pasaron a ser engendros del infierno a los ojos gubernamentales– ¡pues que no las lean, no las vean y no las escuchen!

Y sí, ya sé que estoy desbarrando, lo admito, porque hoy resulta imposible escapar, para bien o en el caso del gobierno para mal, de ese inmenso mar de opciones que es la comunicación digital, pero si no pueden dejar de atenderlas tampoco dejen de pensar en que este país durante muchos, muchos años, ha visto sufrir a sus hijos, ha visto correr ríos de sangre, ha visto sacrificios de hombres y mujeres ejemplares y valientes, quienes inclusive ofrendaron su vida por darnos a sus descendientes las libertades que aún disfrutamos y que ahora pareciera que están en peligro.

Recuerden esto por favor quienes deben recordarlo:

El poder es efímero, pero la huella que un gobierno deja es para siempre. Mejor acuérdense de Don Enrique, quien pese a haber sufrido durante un tiempo un trato despiadado de la prensa, prefería recomendar a su gabinete no leer periódicos, que pensar –jamás lo intentó siquiera– en coartar la libertad de expresión de sus conciudadanos.