Muchos años atrás, la historia a manera de leyenda urbana, llegó a mí como dice la voz popular, a toro pasado.
Eran los inicios de la presidencia de José López Portillo y aún resonaban los ecos del período de Luis Echeverría Alvarez, en los primeros años de mi añorada universidad.
Si me permite, recordaré en estas líneas esos sucesos nunca confirmados oficialmente, aunque mi frágil memoria y mi lejanía con esos círculos impidan que me ajuste a los hechos, si es que éstos sucedieron en realidad.
De acuerdo a lo que hoy es sólo parte del anecdotario político, al acercarse el final de su mandato, a Echeverría le tentó tanto el demonio de la reelección, que urdió en su imaginario personal un plan para trascender su sexenio.
Coincidencia o no, un gran número de generales pasaron a retiro y en su lugar llegaron nuevas generaciones de un águila desde una hasta tres estrellas. Muchos habían sido mimados por el entonces presidente y le debían mucho más que lealtad institucional. Esta parte de la historia es comprobable, dicen.
Cuentan quienes fueron cercanos a esos momentos cruciales para México, que la idea de ampliar su mandato bullía cada vez más en la mente de Don Luis y preparó una estrategia para armar el andamiaje legal con el apoyo de las fuerzas armadas. Todo marchaba, narran, conforme al plan.
Pero una voz, señalaban, le habló al oído a Echeverría. No saben quién fue el autor o no lo quisieron decir, pero fue una voz cargada de racionalidad y sobre todo, de conocimiento del ejercicio político.
Esa voz le puso los pies en la tierra a LEA con dos preguntas:
Una vez probado el dulzor del poder directo, ¿Cuánto tiempo el Ejército obedecerá a un civil antes de sucumbir a la ambición de ejercerlo solo?
¿Cuánto tiempo aceptará sin condiciones el Ejército compartir una autoridad que no se haya forjado en los cuarteles?
Pese a sus ardorosos deseos de perpetuarse en la silla presidencial, Echeverría entendió lo que el futuro cercano le podía deparar. De una manera u otra debía irse y era mejor salir por la puerta principal y no humillado por la bota militar.
Ganó la prudencia, aseguran, aunque para otros ganó el temor disfrazado de apego a las instituciones.
Como se ve, el cosquilleo por continuar en el poder presidencial en México no es nuevo ni mucho menos. Desde Benito Juárez y Porfirio Díaz, pasando por Alvaro Obregón y otros más, tuvo su último devaneo conocido en el echeverriato.
¿Le gusta todo esto para leyenda urbana?
A mí me fascina como tal. Espero, por el bien de todos los mexicanos, que tales historias se queden en eso: En leyenda…
ENTRE ENCUESTAS TE VEAS
Si usted es partidario de las encuestas, mi reconocimiento a su buena fe.
En lo particular, con experiencia directa en el manejo de tales sondeos en la opinión pública, estos suelen adecuarse en beneficio de quien los paga –sea ampliando ventajas o reduciendo rezagos– y en el caso de que sea una tarea propia, en intentos de congraciarse con el poder en turno.
Debe haber excepciones, pero entre las docenas de empresas dedicadas a esos menesteres, se cuentan con los dedos de una mano las verdaderamente profesionales .
Podría citar varios casos de errores garrafales o de intentos monumentales de engaño, pero hoy sólo pondré sobre la mesa las encuestas publicadas días antes de la elección para gobernador de Tamaulipas en 2016 y la de alcalde de Victoria en 2018.
Baltazar Hinojosa, candidato priísta a la gubernatura, según esas lecturas debió haber arrasado. La más conservadora le concedía 15 puntos de ventaja sobre su más cercano contrincante en el papel, el panista Francisco García Cabeza de Vaca. Los demás, honestamente apenas pintaban en la intención de voto.
El resultado todos los conocen. Cabeza de Vaca obtuvo más de 800 mil votos contra los 500 mil y pico de Baltazar.
En Victoria, el también priísta Oscar Almaraz tenía, de acuerdo a tales sondeos, una ventaja de por lo menos 3 a 1 sobre Xicoténcatl González Uresti. Y los capitalinos aún lloramos la tragedia que provocó el triunfo del bailarín Xico.
¿Son las encuestadoras una aceptable ventana al sentir popular?… sí. Que sean la voz del futuro, para nada…
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